Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 3: Salmos 39–59

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Salmo 40 con Agustín – Esperando en el Señor Dichoso quien pone su confianza en el SEÑOR y no recurre a los soberbios ni a los que se pierden tras la mentira (v. 4). Que el Señor tu Dios sea tu esperanza. No esperes otra cosa del Señor tu Dios, sino que él mismo sea tu esperanza. Mucha gente espera obtener riquezas de manos de Dios, y muchos honores terrenales. En cambio, busque a Dios mismo. Es más, despreciando todo lo demás, ¡diríjase hacia él! Olvide y deje atrás las demás cosas; acuérdese de él y avance hacia él. Ciertamente él le enderezó, cuando se apartó del camino recto; él le guía a su destino ahora que está en el camino recto. Que sea él su esperanza, quien le guíe a su destino. Yo soy pobre y necesitado (v. 17). No soy rico porque no soy orgulloso. ¿Y qué harías tú, oh hombre pobre y necesitado? Ruega a la puerta de Dios; “llamen y se les abrirá” (Mat 7:7). Deje que cuide de usted el que le hizo. El que cuidó de usted antes de que existiera, ¿cómo va a dejar de cuidar de usted, ahora que es lo que él le destinó a ser? Porque ahora usted es un creyente, ahora anda por el camino de la justicia. Los miembros de Cristo—el cuerpo de Cristo extendido por todas partes—piden a Dios, como una sola persona, un solo mendigo. Porque también él fue pobre, “quien era rico y por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos” (2 Cor 8:9). Él enriquece a los verdaderos pobres y empobrece a los falsos ricos. Primero vendrán días de penuria, y de mayor penuria. Vendrán, como dice la Escritura, y a medida que avanzan los días, aumentan también los sufrimientos. Que nadie se prometa a sí mismo lo que el evangelio no promete.

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