Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 42 con Agustín – Anhelando a Dios Como ciervo jadeante que busca las corrientes de agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios vivo (vv. 1–2). ¿Quién dice esto? ¡Somos nosotros mismos, si estamos dispuestos! ¿Y por qué preguntar quién es, cuando está en tu poder ser la persona por la que estás preguntando? Tal anhelo no se encuentra en todos los que entran en la iglesia: digan todos los que han probado la dulzura “del Señor” (Sal 34:8) y que se deleitan en Cristo: Como ciervo jadeante que busca las corrientes de agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser (v. 1). Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me preguntan a todas horas: “¿Dónde está tu Dios?” (v. 3). Mis lágrimas, dice, no han sido amargura, sino mi pan (v. 3) . Esas mismas lágrimas fueron dulces para mí: tener sed de esa fuente; Como todavía no podía beber de él, con ansias he hecho de mis lágrimas mi alimento. Porque no dijo: “mis lágrimas se convirtieron en mi bebida”, por lo que no parecería que las añorara como si fueran corrientes de agua, pero conservando aún esa sed que me arrastra hacia las corrientes, mis lágrimas se convirtieron en mi comida, mientras todavía no estoy allí. ¿Por qué estás tan abatida, alma mía? ¿Por qué estás tan angustiada? (vv. 5, 11). Y, como parece responder: “¿No debería preocuparme, ya que estoy rodeado de un gran mal? ¿No debería yo turbarme, pues anhelo el bien, tengo sed de este y trabajo por ello?” Qué debo decir, sino que en Dios pondré mi esperanza y lo seguiré alabando (v. 5). Esta es la respuesta para un alma perturbada, y ofrecería una explicación satisfactoria para su perturbación debido a los males que abundan. Mientras tanto, permanezcan en la esperanza, pues “esperar lo que ya se ve no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya ve? Pero si esperamos lo que todavía no vemos, en la espera mostramos nuestra constancia” (Rom 8:24–25).
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