Para la Proxima Generacion

312 Para la próx ima generac i ón: Manua l de l Mentor de E l I ns t i tuto Mi n i s ter i a l Urbano

pruebe que las mujeres nunca deberían tener funciones de naturaleza pastoral o de equipar, el argumento más simple y efectivo sería mostrar que el Espíritu simplemente nunca habría considerado darle a las mujeres un don que no fuera adecuado para el radio de llamamientos hacia los cuales ellas se sintieran llamadas. Las mujeres tendrían prohibido servir en el liderazgo porque el Espíritu Santo nunca le otorgaría a una mujer un llamado y los dones requeridos porque era una mujer. Algunos dones estarían reservados para los hombres, y las mujeres nunca recibirían esos dones. Una cuidadosa lectura de esos y otros textos relacionados, no muestran tal prohibición. Parece que le corresponde al Espíritu darle a una persona, hombre o mujer, cualquier don que los capacite para cualquier ministerio que Él desea que ellos desarrollen, según su voluntad (1 Cor. 12:11: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”). Basándose en este punto, Terry Cornett ha escrito un magnífico ensayo teológico que muestra cómo la palabra griega del Nuevo Testamento para “apóstol” sin equivocación alguna es aplicada a las mujeres, mostrado claramente en la interpretación del sustantivo femenino “Junias” aplicado como “apóstol” en Romanos 16:7, como también alusiones a colaborar, por ejemplo, con las gemelas Trifena y Trifosa, quienes “colaboraron” con Pablo en el Señor (16:12). Creer que todo cristiano llamado por Dios, dotado por Cristo y dotado y dirigido por el Espíritu debe cumplir su función en el cuerpo, nosotros afirmamos la función de las mujeres para dirigir e instruir bajo autoridad piadosa que se someta al Espíritu Santo, a la Palabra de Dios y que esté informada por la tradición de la Iglesia y el razonamiento espiritual. Debemos esperar que Dios les dé a las mujeres una dotación sobrenatural de la gracia para llevar a cabo sus órdenes a favor de su Iglesia y su reinado en el Reino de Dios. Puesto que tanto los hombres como las mujeres reflejan el Imago Dei (es decir, la imagen de Dios), y que los dos son herederos de la gracia de Dios (comp. Gn. 1:27; 5:2; Mt. 19:4; Gál. 3:28; 1 Pe. 3:7), se les da el alto privilegio de representar a Cristo juntos como sus embajadores (2 Co. 5:20), y por medio de su asociación completar nuestra obediencia a la Gran Comisión de Cristo de hacer discípulos de todas las naciones (Mt. 28:18-20).

en el ministerio

El papel de las mujeres

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