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L E C C I Ó N 3 | E L A T T E S T I F I C A D E C R I S T O Y S U R E I N O : L A P R O M E S A D A D A / 7 9

la Palabra de Dios. En este corto pasaje de la Escritura, Dios coloca el plan completo de salvación resumiendo una de las ideas más importantes en la misma. Este episodio se relaciona con el momento trágico que vivió la primera pareja de humanos, Adán y Eva, los cuales son atrapados en su vergonzosa confesión de comer el fruto del árbol del bien y el mal, desobedeciendo así el mandamiento directo del Señor. La serpiente (quien engañó a Eva para que desobedeciera), Eva y Adán, están todos ante el Señor, quien tiene un juicio preparado para ellos. Al hablarle a la serpiente, Dios declara el futuro, lo que sería en forma literal el principio de los últimos acontecimientos revelados en la Escritura. Dios afirma en forma irrefutable que el propósito soberano que Él tiene para la serpiente sería el de una hostilidad perpetua entre ella y la simiente de la mujer, entre sus hijos y los hijos de la mujer. Esta “simiente” sería herida en el talón por la serpiente, pero la misma sufriría el aplastamiento de su cabeza por la simiente de la mujer. Esta imagen gráfica sobre la serpiente y la simiente es parte básica de la visión salvífica expresada en la Biblia. Dios dice que como resultado de la voluntaria rebelión humana, se ha establecido relaciones de hostilidad y enemistad ininterrumpidas en el universo entre la serpiente y la simiente de la mujer, entre sus hijos y los de ella. Los eruditos judíos vieron esta temprana lectura como la primera mención de la promesa divina del Mesías, esta simiente que es la persona que vendría de la mujer, daría a la serpiente, a sus mentiras malditas, a su engaño y rencor hacia la raza humana, un brutal final. La promesa es renovada con Abraham cuando su simiente es bendecida y bendice a todas las naciones (Gn. 12-13). La promesa de una simiente, un heredero, un guerrero bendecido que daría fin a las obras del diablo, fue renovada en los hijos de Abraham, Isaac y Jacob, y luego fue dada a Judá, hijo de Jacob (Gn. 49). La promesa en el AT es través de la casa de Judá, hasta que se hace explícito que la simiente pertenecería a la casa de David (compárelo con 2 Sam. 7), y los profetas añaden más conocimiento y revelación sobre el carácter y obra de la simiente (ej. Is. 9:6-7; 53:1-12). Finalmente, la simiente se revela en el NT, siendo Jesús de Nazaret, quien es el cumplimiento de la promesa antigua del Señor de traer a la tierra a alguien que redimiría a su pueblo, para restaurar la creación y reinar por siempre como Señor y Rey del universo. Los apóstoles dejan en claro que Jesús de Nazaret es de hecho la simiente de Abraham buscada hace tanto tiempo (ej. Pablo en Gálatas 4:4, “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”). Igualmente, Juan aclara cuál fue el propósito de Jesús de Nazaret al venir al mundo: 1 Juan 3:8 “El que practica el

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