Plan de estudios Pilar Fundamental Libro de notas del estudiante
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pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Sin duda alguna, Jesús de Nazaret es el cumplimiento de la promesa antigua de Jehová de enviar a la humanidad, de la simiente de la mujer, a una persona que redimiera su culpa, y que destruyera finalmente las obras del diablo. Esta imagen de la serpiente cuya cabeza es aplastada por el guerrero victorioso del Señor, es dominante en la imaginación y retórica de los apóstoles. Esto se ve reflejado en los siguientes textos del NT: Ro. 16:20 – Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Ef. 4:8 – Por lo cual dice “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”. Col. 2:15 – y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Heb. 2:14-15 – Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo [15] y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. 1 Juan 3:8 – El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 1 Juan 5:5 – ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éstos y otros textos expresan claramente el poder de la promesa del Señor en lo que respecta a “aplastarle la cabeza a la serpiente” en el designio de la “simiente ungida de la mujer”. Dios ha determinado resumir toda la historia humana en el cumplimiento de una promesa única, en la restauración y redención de su creación a través de Jesús de Nazaret. Ya conocemos que esta promesa, en parte, se cumplió con la venida y obra de Jesús de Nazaret, sabiendo además que vendrá en su Segunda Venida para concluir la obra que comenzó en la cruz. ¿No es sorprendente que toda la historia del mundo se reduzca a una promesa única y la absoluta determinación de nuestro Dios, el cual es fiel y soberano para cumplir su Palabra? Esta es la base de nuestra fe, el propósito de nuestra adoración, y la razón por la cual leemos las Escrituras. Esta promesa divina recorre
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E s t u d i o s B í b l i c o s
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