Plantando iglesias entre los pobres de la ciudad: Una antología de recursos de plantación de iglesias urbanas Volumen 2 - Imprimible

296 • P LANTANDO IGLESIAS ENTRE LOS POBRES DE LA CIUDAD : V OLUMEN 2

Lc. 10:16 – “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió”.

Jn. 13:20 – “De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”.

A. El poder del Islam y su shariah (su sistema de leyes sociales), Garrison, pág. 99

1. “El shariah islámico constituye el único mayor sistema religioso en el mundo diseñado para terminar con el cristianismo”, Garrison, pág. 100

2. Los elementos del shariah y su trabajo histórico

a. El shariah prohibe a los musulmanes convertirse al cristianismo o a alguna otra religión (hacer eso es castigado con la muerte), Garrison, pág. 99. b. Los cristianos no pueden tratar de convertir a los musulmanes a la fe, con el cristianismo restringido para practicar su fe dentro de los muros de sus propios edificios , Garrison, pág. 100. c. Un hombre musulmán puede casarse con una mujer cristiana, quien puede retener su fe, pero sus hijos deberán ser musulmanes, Garrison, pág. 100 (Al igual, los hombres cristianos pueden casarse con mujeres musulmanas, pero solamente después que ellos se han convertido al islam.)

d. El shariah permite el divorcio fácil, y cuatro esposas a la vez, Garrison, pág. 100.

e. El shariah impide a los musulmanes a prestar servicio militar, y pagar el impuesto dimmi contra los no musulmanes para “protección” por el ejército, Garrison, pág. 101.

f. Prohibe la posesión de esclavos musulmanes por amos cristianos, Garrison, pág. 101.

3. Mezcla las respuestas: “muchos cristianos nominales y seculares” encuentran respuestas para sus vidas en el Corán, y al mismo tiempo , “más musulmanes han llegado a la fe en Cristo durante las últimas dos décadas que en cualquier otro momento en la historia de las dos grandes religiones,” Garrison, pág. 102.