Plantando iglesias entre los pobres de la ciudad: Una antología de recursos de plantación de iglesias urbanas
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Un poco más de cincuenta años más tarde, nuevos desafíos se presentaron. Una modificada forma de herejía arriana reaparecía de regreso. Un nuevo problema surgía también. Algunos obispos y pastores habían comenzado a enseñar que el Espíritu Santo no era Dios (no era de la misma sustancia que el Padre) y no era realmente hasta una criatura. Pensaron de él como una especie de poder, pero no como una persona de la divinidad. Para resolver este problema, un concilio de 150 obispos de la Iglesia de Oriente se reunieron en el año 381 en Constantinopla (hoy la moderna Estambúl, Turquía). Este concilio reafirmó de hecho que Jesús era completamente Dios y entonces volvió su atención a la cuestión del Espíritu Santo, que el concilio de Nicea había dejado intacto (el original Credo de Nicea decía simplemente: “Creemos en el Espíritu Santo”. El concilio convirtió esta simple declaración en un párrafo que explicó más completamente la persona y la obra del Espíritu Santo. Esta versión ampliada del original Credo Niceno es lo que más comúnmente se conoce como “El Credo Niceno” hoy, (aunque es más técnicamente correcto llamarlo el “Credo Niceno-Constantinopolitano” o el “Credo de los 150 Padres”). Es universalmente reconocido por los cristianos de todas las denominaciones. Y es usado como una parte del servicio de adoración en muchas tradiciones, además. ~ Terry Cornett, “ What Is the Nicene Creed? ” [¿Qué es el Credo Niceno?]. T2-105 Christian Theology: God the Holy Spirit . [La teología cristiana: Dios el Espíritu Santo]. The Urban Ministry Institute , 1997. (A inicios del siglo V) Todo el que quiera salvarse, debe ante todo mantener la fe universal. El que no guardare ésta fe íntegra y pura, sin duda perecerá eternamente. Y la fe universal es ésta: que adoramos a un solo Dios en Trinidad, y Trinidad en unidad, sin confundir las personas, ni dividir la sustancia. Porque es una la Persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; mas la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu es toda una, igual la gloria, coeterna la Majestad. Así como es el Padre, así el Hijo, así el Espíritu Santo. Increado es el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. Incomprensible es el Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu Santo. Eterno es el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin 3. El Credo de Atanasio
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