Practicando el Liderazgo Cristiano, Libro de Notas del Estudiante, SW11

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P R A C T I C A N D O E L L I D E R A Z G O C R I S T I A N O

El papel de la mujer en el ministerio (continuación)

Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida” (Flp. 4.2-3). Aún más, debemos tener cuidado en subordinar la persona de la mujer per se (es decir, su naturaleza de mujer) versus su función de subordinada en la relación matrimonial. No obstante la clara descripción de la función de las mujeres como coherederas de la gracia de la vida en la relación matrimonial (1 Pe. 3.7), también es claro que el Reino de Dios ha traído un dramático cambio sobre cómo las mujeres deben ser vistas, entendidas y aceptadas en la comunidad del reino. Es obvio que ahora en Cristo no hay diferencia entre el rico y el pobre, judíos y gentiles, bárbaros y escitas, siervos y libres, como tampoco entre hombres y mujeres (comp. Gál. 3.28; Col. 3.11). A las mujeres se les permitió ser discípulas de un Rabí (quien era extranjero y rechazado al tiempo de Jesús), y tuvieron prominentes papeles en la iglesia del NT, como ser colaboradoras lado a lado con los apóstoles en el ministerio (por ej., Evodia y Síntique en Fil 4.1ss), como también teniendo una iglesia en sus casas (comp. Febe en Ro. 16.1-2 y Apia in Filem. 1.2). En relación al asunto de la autoridad pastoral, yo estoy convencido que el entendimiento de Pablo de la función de equipar (de lo cual la función de pastor-maestro es uno de ellos, comp. Ef. 4.9-15) nada tiene que ver con el género. En otras palabras, el texto primario y decisivo para mí sobre la operación de los dones y el estado y función del oficio, son los textos del NT que tratan sobre los dones (1 Co. 12.1-27; Ro. 12.4-8; 1 Pe. 4.10-11 y Ef. 4.9-15). No hay indicación en ninguno de estos textos formativos que los dones son de acuerdo al género. En otras palabras, para que el argumento pruebe que las mujeres nunca deberían tener funciones de naturaleza pastoral o de equipar, el argumento más simple y efectivo sería mostrar que el Espíritu simplemente nunca habría considerado darle a las mujeres un don que no fuera adecuado para el radio de llamamientos hacia los cuales ellas se sintieran llamadas. Las mujeres tendrían prohibido servir en el liderazgo porque el Espíritu Santo nunca le otorgaría a una mujer un llamado y los dones requeridos porque ella era una mujer. Algunos dones estarían reservados para los hombres, y las mujeres nunca recibirían esos dones. Una cuidadosa lectura de esos y otros textos relacionados, no muestran tal prohibición. Parece que le corresponde al Espíritu darle a una persona, hombre o mujer, cualquier don que los capacite para cualquier ministerio que Él desea que ellos desarrollen, según su voluntad (1 Co. 12.11: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”). Basándose en este punto, Terry Cornett ha escrito un magnífico ensayo teológico que muestra cómo la palabra griega del

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