Raíces Sagradas

mies y la esperanza del mundo. Durante este tiempo consideramos los temas generales de la salvación, del señorío de Jesús, del discipulado cristiano y del avance del Reino. Es un tiempo de gobierno, cosecha y esperanza del Reino de EL YA y EL TODAVÍA NO . Esta frase “el Reino de EL YA y el TODAVÍA NO” se refiere al Reino como “ ya ” presente en la encarnación, y también como “ todavía no ” revelado en su totalidad. La plena consumación del Reino de Dios aguarda la segunda venida de Cristo. La estación después de Pentecostés, Cristo como cabeza de la Iglesia Durante el “tiempo ordinario”, consideramos los actos salvíficos de Dios a través del tiempo. Como Christus Victor (el Cristo Victorioso), Jesús debe reinar hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Él es la cabeza del cuerpo, la Iglesia, y ahora él faculta a su pueblo para dar testimonio de su gracia salvadora en el mundo. La estación después de Pentecostés es un tiempo de reconocimiento y afirmación de la supremacía y el señorío de Jesucristo. Según el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, Dios el Padre ha mostrado su poder inconmensurable al mundo mediante la resurrección de su Hijo Jesucristo. El mismo Jesús que fue humillado y maltratado en un juicio romano falso y un procedimiento adulterado del Sanedrín judío, ha sido vindicado. A través de su muerte y resurrección, Jesús el nazareno demostró ser el único y verdadero Hijo de Dios, el Cristo y Señor de todos. La estación después de Pentecostés, Cristo como Señor de la mies Durante la estación después de Pentecostés nos involucramos en la misión para el mundo. El Cristo resucitado y exaltado ha dado a su pueblo la comisión de hacer discípulos a todas las naciones, para difundir el evangelio de la salvación hasta los confines de la tierra. En Mateo 9:37-38 Jesús dijo a sus discípulos: “La mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”. Los exhortó a levantar sus ojos y simplemente mirar los campos de la cosecha, los millones y millones de las naciones que necesitan saber de la gracia de Dios en el Hijo de Dios. La mies está madura y los campos están blancos; los pueblos del mundo están verdaderamente listos para la cosecha (Jn. 4:34-35).

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