Raíces Sagradas
Planee el Calendario espiritual de su Iglesia de acuerdo a la Historia de Dios y al año litúrgico La historia de Dios y el año litúrgico integran toda nuestra vida en torno a un solo tema: La persona y obra de Jesucristo. Este es uno de sus beneficios más útiles: predicadores, maestros y educadores cristianos pueden conectar todos sus ministerios y eventos de capacitación en torno a textos, temas, celebraciones y servicios comunes. Los pastores pueden organizar todo su calendario anual de predicación basado en (mas no controlado por) el leccionario común revisado. Las clases de escuela dominical pueden coincidir con los temas de los sermones. Así mismo los grupos juveniles, los estudios en hogares y aún los grupos de discipulado pueden enfocarse en textos y principios similares. Cada faceta de la vida, la comunión, el servicio y el testimonio de la Iglesia, puede ser saturada con los grandes temas de la obra de Cristo en el mundo; y nuestros énfasis semanales y mensuales pueden encajar juntos en formas que las iglesias muy tradicionales nunca pudieran hacer. (Para obtener recursos sobre cómo organizar todo su año litúrgico, su educación cristiana, su agenda de predicación y ejercicios de formación espiritual en un solo calendario, vea nuestro portal: www.tumi.org/sacredroots ). Seamos claros sobre la función de preparación y formación espiritual mencionada hasta aquí en lo que al año litúrgico se refiere. Al final, nuestros esfuerzos para dar forma a nuestra educación cristiana, nuestra adoración, nuestra formación espiritual y nuestros proyectos misioneros en torno a la historia, demandará un nuevo redescubrimiento y una nueva experiencia de nuestra libertad en Cristo. Los apóstoles no enseñaron en sus escritos que debemos usar el año litúrgico, el leccionario, celebraciones especiales o algo parecido. Lo que ellos demandaron, y lo que debe seguir influyéndonos, es que seamos conformados a la imagen de Cristo, el mismo con quien nos identificamos en el bautismo y con quien reinaremos en el futuro (Rom 8:29; 1 Jn. 3:2; 2 Cor. 3:18; Flp. 3:4-15, etc.). No estamos llamados a ser ritualistas o formales sin un corazón o una visión. Estamos llamados a seguir a nuestro Señor como nuestra vida, con todo nuestro corazón y toda nuestra alma, a no ser legalistas en nuestro enfoque discipulador. Cristo es nuestra vida (Col 3:4), y rendimos todo lo demás por la excelencia de su conocimiento, del poder de su resurrección, de la comunión de sus padecimientos y nuestra esperanza de alcanzar la resurrección de los muertos (Flp. 3:8-11). La visión de Pablo debe convertirse en nuestra visión personal, nuestra visión común, nuestra visión de iglesia y nuestra visión compartida de vida.
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