Raíces Sagradas

¿ C U A L QU I E R T R A D I C I ÓN ?

autoridad para la Iglesia de Jesucristo . La esencia de la ortodoxia histórica, la autenticidad canónica (es decir, los libros de la Biblia reconocidos por la Iglesia como parte de las Sagradas Escrituras), y la madurez cristiana, están alineadas con lo que los apóstoles, testigos presenciales de la gloria de Jesús, enseñaron, vivieron, hablaron y delegaron.

2 Tim. 2:2 - Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.

1 Cor. 11:1-2 - Sed imitadores de mí, como yo de Cristo. [2] Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué (comp. 1 Cor. 4:16-17; 2 Tim. 1:13-14; 2 Tes. 3:7-9; Flp. 4:9). 1 Cor. 15:3-8 - Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; [4] y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; [5] y que apareció a Cefas, y después a los doce. [6] Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. [7] Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; [8] y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

5. El apóstol Pablo a menudo apela a la tradición para apoyar las prácticas doctrinales.

Si bien nadie puede o debe apelar a la tradición como la inviolable voluntad del Señor, es evidente que los apóstoles comprendieron el valor del papel que ellos desempeñaban en dirigir a la Iglesia y bendecir al pueblo de Dios. Su apelación a su enseñanza y a la tradición oral y escrita que circuló a través de las iglesias, fueron usadas como una guía para el consejo personal y congregacional, y para el mismo liderazgo. Pablo no tenía ningún problema con la autenticidad canónica; y la madurez cristiana estaba alineada con lo que los apóstoles enseñaron, vivieron, hablaron y delegaron.

1 Cor. 11:16 - Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios (comp. 1 Cor. 1:2, 7:17, 15:3).

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