Raíces Sagradas

Dond e S e a , S i emp r e y p o r T odo s

Este capítulo sostiene que a pesar de que los credos pueden y no deben ser vistos a la par de las Escrituras canónicas en términos de autoridad o de inspiración, no dejan de representar una declaración clara e inequívoca de la fe ortodoxa histórica, la cual ha sido creída en todas partes, siempre y por todos. Las enseñanzas de los siete concilios ecuménicos históricos y los credos que ellos produjeron (sobre todo los primeros cuatro y el Credo Niceno en particular), pueden considerarse una declaración clara de lo que la Iglesia antigua creía, tal como la enseñanza misma de los apóstoles (siendo, por lo tanto, una regla que resume nuestra fe), como un bosquejo para la confesión teológica, los candidatos al bautismo y un currículo para los discípulos de Jesús, y como un examen de la ortodoxia para los candidatos al ministerio cristiano. La Base Bíblica para la Teología del Credo Lo que debemos reconocer desde el inicio de nuestra discusión es que los credos, de cualquier tiempo y en cualquier forma, no deben ser comparados con la Escritura. Ellos no lo hacen y no pueden llevar el mismo sentido de autoridad de las Escrituras, y deben, en su mejor sentido, ser vistos como un comentario sobre la enseñanza de la Biblia, especialmente en lo que respecta a la persona y obra de Jesucristo. Los credos, en el sentido técnico, no están presentes en la Biblia, pero intentan expresar la información y la verdad bíblica esencial. Parece que hay algunas formas de credo en las Escrituras, como el Shemá del Antiguo Testamento (Dt. 6:4-9). Un pequeño credo abreviado aparece en Deuteronomio 26:5-9, donde Dios ordena al pueblo, una vez que se establecen en la tierra, contar su obra de salvación en Egipto: Deut. 26:5-9 - Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: “Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; [6] y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. [7] Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; [8] y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; [9] y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, ‘tierra que fluye leche y miel’”.

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