Teología de la Iglesia, Libro de Notas del Estudiante, SW03

T E O L O G Í A D E L A I G L E S I A

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Lo asombroso es que nadie debía venir ante la presencia de Dios sin tener algo para ofrecerle o sacrificarle a favor de uno mismo. Dios merece que le ofrendemos lo mejor, lo más sublime e importante, pero por encima de las cosas que podamos ofrecerle, Él merece la totalidad de nuestro ser. Ofrezcámosle nuestra más sublime alabanza, no solamente cuando nos sentimos refrescados y capaces, sino aun durante los tiempos de mayor penalidad y grandes pruebas. Nuestro Dios es inmutable; es digno de ser adorado sin importar cómo estén marchando las cosas en nuestras vidas o ministerios. Está exaltado en las alturas sobre toda la creación, es el Señor Dios, y merece lo mejor de nosotros, nuestra mayor concentración, nuestros mejores cánticos, nuestra danza más entusiasta, nuestro mejor servicio y nuestra respuesta más vehemente. La adoración de la Iglesia le ofrece siempre a Dios un sacrificio apropiado a su santidad y digno de su reconocimiento. Él es verdaderamente digno de ser adorado, que le ofrezcamos nuestra alabanza. Habacuc, el profeta, nos ilumina el camino en términos de ofrecer a Dios el sacrificio de alabanza: Hab. 3.17-19 - [17] Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales [18] con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. [19] Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.

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Permitámonos, por tanto, atender las palabras del escritor a los Hebreos:

Heb. 13.15 - Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.

Después de recitar y/o cantar El Credo Niceno (ubicado en el apéndice), ore lo siguiente:

El Credo Niceno y oración

Eterno Dios, nuestro Padre, Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, sólo Tú eres digno de toda alabanza, y como tal, requieres que te demos a Ti la honra, la gloria y la alabanza. Nos acercamos a Ti en el nombre de Tu amado Hijo, nuestro Salvador Jesucristo, suplicando que nos concedas el poder del Espíritu con el propósito de glorificarte con todo nuestro corazón, en gozosa adoración en todas nuestras reuniones, en todas nuestras relaciones, y en todos nuestros ministerios. Recibe todo lo que decimos y hacemos como un sacrificio aceptable ofrecido a Ti como el Señor nuestro Dios, digno de alabanza y gloria, en el nombre de Jesús oramos, Amén.

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