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Apéndices • 171

articularon y adoptaron prácticamente todas las doctrinas elementales acerca de Dios, Cristo y la salvación). 6

3. La antigua regla de la fe. La Gran Tradición resumió la esencia de esta fe cristiana fundamental en una regla, e.d., una antigua norma básica de la fe, que fue considerada como la vara con la que las afirmaciones y propuestas relacionadas con la interpretación de la fe bíblica serían medidas. Esta regla, cuando se aplica con reverencia y con rigor, nos permite definir la confesión cristiana principal de la Iglesia antigua e indivisible, expresada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Si bien los siete concilios ecuménicos (junto con otros) son considerados tanto en congregaciones católicas como ortodoxas como de cohesión, son los primeros cuatro concilios los que se han de considerar como las confesiones más importantes de la Iglesia antigua. Otros y yo abogamos por esto, en gran parte porque los primeros cuatro articulan y establecen claramente lo que se ha de considerar la fe ortodoxa respecto a las doctrinas de la Trinidad y la Encarnación (comp. Philip Schaff, The Creeds of Christendom (Los credos de la cristiandad) , v. 1. Grand Rapids: Baker Book House, 1996, pág 44.). De manera similar, hasta los reformadores magisteriales adoptaron las enseñanzas de la Gran Tradición, y consideraron sus declaraciones más importantes de gran autoridad. En consecuencia, Calvino pudo argumentar en sus propias interpretaciones teológicas que“estos consejos llegarían a tener la majestuosidad que les corresponde; pero mientras tanto la Escritura se destacaría en el lugar más alto, con todas las cosas sujetas a su patrón. De esta manera, estamos dispuestos a adoptar y respetar como santos a los primeros concilios, como los de Nicea, Constantinopla, el primero de Éfeso I, Calcedonia, y similares, que consistían en refutar los errores a la vez que se relacionaban con las enseñanzas de la fe. Pues contienen nada más que la exposición pura y genuina de la Escritura, que los Santos Padres aplicaban con prudencia espiritual para derrotar a los enemigos de la religión que habían surgido” (comp. Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion (Institución de la Religión Cristiana), IV, ix. 8. John T. McNeill, ed. Ford Lewis Battles, trans. Philadelphia: Westminster Press, 1960, págs. 1171-72).

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