Dios el Hijo, Libro de Notas del Estudiante, SW10
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D I O S E L H I J O
y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Al mirar el texto de cerca, nos asombra ver la disposición de las personas hacia Cristo. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; fue menospreciado y no lo estimamos De esta manera las personas irónicamente perciben a Cristo como aquel que fue afligido por el Señor, pero Él realmente cargaba nuestra tristeza, fue herido a causa de nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados, castigado a causa de nuestra paz y golpeado viciosamente por nuestra sanidad. Nos descarriamos como ovejas por rumbos que nada tienen que ver con el Señor, hemos elegido nuestros propios caminos, pero el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros. El hecho de que su humillación fuera el resultado de nuestra rebelión y pecado, debe producir en cada uno de nosotros un profundo sentido de sobriedad y aflicción. La himnología ha capturado este tema al referirse a la maravillosa cruz, viendo la cabeza sangrada, herida por nuestros pecados y transgresiones. El amor de Dios, el cual tiene el propósito de reconciliar, redimir y restaurar a la humanidad, le llevó a castigar a su Siervo en nuestro lugar, cargando en Él la iniquidad de todos nosotros. Ninguna otra verdad puede brindarnos tan profundo conocimiento en lo que respecta a las consecuencias reales de nuestro pecado, el cual Dios cargó sobre nuestro Señor. Su castigo, dolor, negación y humillación fueron directamente causadas por nuestra desobediencia, mentiras y transgresiones. Todo lo despreciable, el odio, nuestras irritaciones y egoísmo, nuestras locuras y profanidades son las razones del maltrato y muerte de nuestro Señor. Cuando entendamos cuán responsables somos por su sufrimiento, sólo allí seremos capaces de comprender al Señor y sufrir diariamente la cruz que debemos compartir con Él. Debemos admitir nuestra parte en el Calvario, esa contribución que hizo su muerte necesaria para nuestra redención. Sí, elegimos nuestro propio camino; estábamos perdidos, vagando como ovejas sin pastor, pero el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros.
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