El Antiguo Testamento Testifica de Cristo y Su Reino, Libro de Notas Del Estudiante, SW09
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E L A N T I G U O T E S T A M E N T O T E S T I F I C A D E C R I S T O Y S U R E I N O
Pablo dice que el plan de Dios de redimir un remanente de la humanidad, incluyendo en esto a los gentiles, fue un ingrediente pensado desde el principio. Ya hemos apreciado la alusión al evangelio en el protoevangelio, en Génesis 3.15, renovándose con el pacto de Dios con Abraham en Génesis 12.1-3, el cual incluyó en la promesa la bendición a las naciones a través de la simiente de Abraham. En el texto de Oseas, la Palabra profética que únicamente para Israel es ampliada hasta alcanzar a los gentiles. Aquellos que no eran pueblo de Dios, que no eran amados ni apreciados y que no tenían esperanza en el mundo, fueron también por medio de la promesa del Mesías llamados “hijos del Dios viviente”. Israel sigue siendo el pueblo de Dios, pero el amor y la misericordia de Dios son ampliados a los gentiles. El misterio revelado es que nuestro Dios es de hecho el Dios de los judíos y de los gentiles, siendo estos últimos considerados coherederos de la gran salvación de Dios por medio del Mesías. ¿Entonces los judíos ya no deben ser considerados el pueblo de Dios? George Eldon Ladd niega este hecho: En la antigua dispensación, Israel era el pueblo de Dios. El rechazo de Israel hacia el Mesías lleva a Pablo a formularse la siguiente pregunta, ‘¿Ha desechado Dios a su pueblo?’ (Ro. 11.1). No es necesario profundizar demasiado para designar con total seguridad a Israel como el pueblo de Dios. Pablo dedica una discusión larga al problema de Israel (Ro. 9-11) en donde deja claro que la iglesia es el nuevo pueblo de Dios. Ésta enseñanza es vivamente expresada en el libro de Oseas. El profeta habla de la apostasía presente de Israel y su salvación escatológica. Dios pidió a Oseas que llamase a uno de sus hijos ‘No mi pueblo’, ya que Israel, a causa de su apostasía, ya no era el pueblo de Dios y Él no era su Dios (Os. 1.9). Sin embargo, en el día de salvación esta situación cambiará; los llamarán “Hijos del Dios Viviente” (Os. 1.10). “Y Yo diré a ‘No mi pueblo’, ‘Ustedes son mi pueblo;’ y ustedes dirán, ‘Tú eres mi Dios’” (Os. 2.23). Las profecías de Oseas se refieren claramente al pueblo de Israel, pero Pablo las aplica a la iglesia, la cual está formada tanto por judíos como por gentiles (Ro. 9.24). Esto no significa que el título “laos” (“pueblo” en griego) sea quitado de Israel, sino que otro pueblo es traído junto con Israel en una base diferente. Aquel Israel que permanece como el pueblo de Dios, es el nombrado por Pablo como un pueblo (judío) “santo” (Ro. 11.16), pertenecientes a Dios. El destino de los judíos es visto a la luz de la historia de Heilsgeschichte [sig. historia de la salvación]. Si los patriarcas, los primeros frutos y la raíz del pueblo de Israel fueron santos, tal es el resto del pueblo. Ellos aún son “queridos a causa de sus antepasados, ya que los dones y el llamado de Dios son irrevocables” (Ro. 11.28f.).
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~ George Eldon Ladd. A Theology of the New Testament . Grand Rapids: Eerdmans Publishing Company, 1974. pp. 537-38.
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