Fundamentos para las Misiones Cristianas, Guia del Mentor, MG04

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F U N D A M E N T O S P A R A L A S M I S I O N E S C R I S T I A N A S

de las Escrituras habla de su inspiración; grandes lecciones acerca de la naturaleza de Dios y de la relación con su pueblo, se pueden aprender por lo que sus principales personajes experimentaron. El ejemplo de Adán y Eva y su unión como marido y esposa, es una simbólica representación de la gran unidad entre Cristo y su pueblo, quien, sorprendentemente según este texto, es su novia. Qué gran lección para nosotros en la actualidad, ya que revela el corazón de Dios por la humanidad según ha sido cumplido en la Iglesia. El Dios Todopoderoso ha determinado desde el principio del tiempo tomar de entre todos los pueblos una posesión peculiar para Jesús de Nazaret. El texto revela un profundo misterio: en el corazón del universo existe un drama cósmico, un romance divino, un maravilloso, épico, verdadero mito y leyenda de una imperecedera relación de amor entre el Dios Todopoderoso y un pueblo. Nosotros somos testigos vivientes de ello, y como creyentes en la verdad del evangelio con relación a Jesús de Nazaret, también nosotros hemos llegado a ser parte de ese pueblo, llamado y escogido para vivir el drama del romance divino. ¿Cuál es la naturaleza de ese romance divino? Usted puede verlo en el Antiguo Testamento entre Dios y su pueblo Israel: Is. 62.5 - Pues como el joven se desposa con la virgen, se desposarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo. Una vez más leemos de la determinación del Señor de deleitarse en su pueblo como un novio: Is. 62.4 - Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que serás llamada Hefzi-bá (Mi Deleite Está en Ella), y tu tierra, Beula (Casada); porque el amor de Jehová estará en ti, y tu tierra será desposada. La justicia del Señor será adornada como una novia en una boda–su boda. (Isaías 61.10: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”). El Dios del cielo ve a su pueblo como una novia, y Él se ve como su amante novio. Esta misma dramática imagen se aprecia muy claramente en el drama llevado a cabo entre Cristo y su Iglesia, con nuestro Señor como el novio y la Iglesia como su novia. Los siguientes textos son una muestra explícita en referencia a Jesús como el novio de su pueblo:

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