La Busqueda del Pergrino

PA RT E I I : A ND A NDO E N L A V I D A D I A R I A / 1 3 7

Aunque el gran archienemigo de nuestro Señor nos confronta en el día más feroz de la lucha, aunque su ejército es disciplinado y no rompe filas, y aunque estos demonios le han jurado al infierno que nos destruirían completamente, no tendremos temor. Nuestro Rey ha soportado y se ha levantado en victoria. Estos mismos adversarios odiaban a nuestro Rey, y ahora nos odian a nosotros pues nos hemos aliado con Él. Permaneceremos resueltos, y las mentiras del diablo no nos intimidarán ni nos aterrorizarán. Nada de lo que él diga o haga puede cambiar el bendito hecho de que Jesús de Nazaret ha vencido y ahora reina como Señor y Cristo. Su reino está avanzando en toda la tierra. Él ha resucitado y ascendió al cielo, coronado a la diestra del Padre, y pronto volverá para juzgar a los vivos y a los muertos. Reclamamos Su tierra en Su nombre, afirmando Su autoridad, y profetizando libertad para Su pueblo. ¡Ciertamente festejaremos por semanas sobre los despojos del campamento enemigo, del cual huyeron aterrorizados cuando oyeron a nuestro ejército aproximándose! Por tanto, con la certeza de nuestra victoria final, pretendemos estar firmes – erguidos, unánimes, y sin temor. Cual sea la oposición, el cansancio, o la lucha, la unción de Su Espíritu nos dará el poder para no acobardarnos, rendirnos ni retroceder nunca. Nuestras espaldas no se inclinarán, nuestras rodillas no se doblarán, y nuestros corazones no se conmoverán. No seremos humillados, ignorados o pisoteados. Somos guerreros en el ejército del Señor, y pretendemos ganar. Para esto fuimos entrenados, y valoramos nuestro código, nuestra disciplina, y nuestro cuerpo. Declararemos su gobierno donde sea que Él lo indique, sin importar tiempo o lugar. Seguiremos sus órdenes totalmente y de inmediato, y pelearemos valientemente en nombre de nuestro Capitán y Su reino, cualquiera sea la duración del sitio, cualquiera sea el costo. Por Su gracia, conoceremos la fortaleza, el honor y el sacrificio. Entonces, ¿qué con la muerte? No le temeremos, pues ya hemos muerto – a la desordenada lujuria, las ansiedades cancerosas, las pequeñas vanidades, los sueños escasos, los caminos seguros, y las victorias fáciles. Llevamos las marcas del Rey en nuestros escudos y en nuestros corazones.

Oh, entonces que suenen las trompetas con un grito de guerra, y reúnan así a los guerreros de Dios. Llamemos a los que tienen oídos

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