La Busqueda del Pergrino
PA RT E I V: P E R S E V E R A NDO A L A R GO P L A Z O / 2 8 7
ciudades del mundo con nueva energía, dirección y pasión, necesitamos la unción y el poder del Señor. Si se van a plantar nuevas iglesias en barrios plagados de corrupción, inmoralidad y adicción, Dios mismo tendrá que visitarnos con su propia presencia gloriosa. Nada menos que la propia presencia de Dios será suficiente; ninguna cantidad de esfuerzo, trabajo y estrategia acabará con el poder del enemigo ni hará que los nubarrones de bendición viertan en nuestras ciudades cansadas y enfermas las lluvias de bendición que necesitan. Debemos, por tanto, cambiar nuestros corazones, para invocar a Dios de una manera nueva y decidida. Debemos determinarnos a no dejar que nada nos impida buscar su presencia y suplicarle que su Reino avance a través de su pueblo. Que tengamos pasión por asir todo aquello para lo cual fuimos asidos, y para buscar su visitación divina sobre las ciudades de Norte América y del mundo. Sólo si nuestro Señor resucitado y conquistador viene a nosotros y a su iglesia podremos ver el tipo de propagación del Evangelio y la cosecha de almas que deseamos tan desesperadamente. Sólo si él viene con poder, podremos ver los cambios que buscamos. Que primero venga a nosotros, su pueblo, y luego al mundo. Nuestra única esperanza es que él nos reavive – para amarlo, darle la espalda a nuestros ídolos, para ser limpiados de nuestros pecados, para ser liberados a un nuevo ministerio para Dios. Que Dios se levante, y (si lo hace) seremos revividos. Nunca cese de orar Una de las disciplinas más claras y más útiles en la intercesión efectiva es seguir orando. Por todo tipo de razones, puede que encuentre bastante fácil dejar de orar. Nos ocupamos, nos inundamos con detalles y actividades, y simplemente perdemos nuestro enfoque en dedicar tiempo para orar realmente. Está de más decir que si no ora y le da a conocer sus peticiones a Dios, ¡va a ser difícil que él responda! ¡A medida que crece en su capacidad para buscar el rostro de Dios, nada será más claro para usted que la necesidad de seguir orando, de nunca dejar de orar, de apartar un tiempo para orar! En su primera carta a los Tesalonicenses, Pablo insta a estos creyentes principalmente a mantener sus mentes y sus corazones continuamente fijos en el Señor. “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
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