Listos para la siega

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las prácticas de la Iglesia (por ejemplo, el canon de las Escrituras , las doctrinas de la Trinidad, la deidad de Cristo, etc.).

Muchos eruditos evangélicos hoy en día creen que el camino a seguir para la fe dinámica y renovación espiritual implicará mirando hacia atrás, no con anhelos sentimentales para los “buenos viejos tiempos” de una prístina, un Iglesia primitiva libre de problemas, o un intento ingenuo e incluso inútil de imitar su heroica jornada de fe. Por el contrario, con una mirada crítica a la historia, con espíritu devoto de respeto por la Iglesia antigua, y un profundo compromiso con la Escritura, debemos redescubrir a través de la Gran Tradición las semillas de una fe nueva y auténtica, y con poder. Podemos ser transformados al consultar y estamos informados por las creencias y prácticas de la Iglesia antes de las divisiones horribles y fragmentaciones de la historia de la Iglesia. Pues bien, si hacemos creer que deberíamos al menos mirar de nuevo a la Iglesia primitiva y su vida, o mejor aún, estar convencidos, incluso de recuperar la Gran Tradición en aras de la renovación de la Iglesia, ¿qué es exactamente lo que esperábamos que retorne? ¿Tenemos que aceptar sin crítica todo lo que la antigua Iglesia dijo e hizo como “evangelio”, para ser sinceros, simplemente porque está más cerca de los increíbles acontecimientos de Jesús de Nazaret en el mundo? ¿Está al “día” en y por sí misma? No. Nosotros no aceptamos todas las cosas de manera acrítica, ni creemos que lo antiguo, de por sí, es realmente bueno. La verdad para nosotros es más que ideas o reclamaciones antiguas; para nosotros, la verdad se encarna en la persona de Jesús de Nazaret, y las Escrituras dan reivindicación autorizada y final para el significado de su revelación y salvación en la historia. No podemos aceptar las cosas simplemente porque se reportan haber sido hechas en el pasado, o iniciado en el pasado. Sorprendentemente, la Gran Tradición en sí argumenta para nosotros ser crítica, para contender por la fe una vez dada a los santos (Judas 3), para abrazar y celebrar la tradición recibida de los Apóstoles, arraigada e interpretada por las Santas Escrituras mismas, y expresada en la confesión y la práctica cristiana. Las dimensiones principales de la Gran Tradición Mientras Tjorhom, ofrece su propia lista de diez elementos del contenido teológico de la Gran Tradición que él cree que es digno de reinterpretación y sentido, 4 creo que hay siete dimensiones que, desde el punto de vista bíblico y espiritual, nos permiten entender lo que la Iglesia primitiva creía, la forma en que adoraban y vivían, y las formas en las que defendían su fe viva en Jesucristo. A través de su lealtad a los documentos, con- fesiones, y prácticas de este período, la antigua Iglesia ha dado testimonio de la promesa de salvación de Dios en medio de una generación maligna

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