Meras Misiones

E l E vangelio : E vangelizar • 115

obediencia de Cristo (2 Cor. 10:5). Se necesita trabajo diario, lucha, esfuerzo, para “no perder nuestra confianza” (Heb. 10:35). Se necesita la muerte de uno mismo. B. Muerte Propia . La muerte propia puede parecer morbosa, enfermiza, lúgubre, francamente irreal y “demasiado” espiritual. Es para monjes y locos radicales. Sin embargo, el Señor llama a aquellos al discipulado a tomar una decisión incondicional y tan radical que implica darle la espalda a todas las demás relaciones (Lucas 9:58-61; Mateo 10:34-39). Todas las metas y ambiciones personales deben ser llevadas al Señor y ejecutadas (Gálatas 2:20). La decisión que se debe tomar es una en la que se renuncia a todo gobierno propio, se sacrifica, se elimina y se reemplaza con el deseo de que sólo el gobierno y el reino de Dios ocupen el lugar que le corresponde en la vida de uno (Lucas 9:23). Esto tiene mucho sentido si lo vemos a través de nuestra condición de sacerdotes. El apóstol Pedro declaró este estatus elevado y santo cuando escribió: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5). Los sacerdotes eran apartados y tenían responsabilidades (Éxodo 28:1; 1 Crón. 23:13). No tenían heredad excepto Jehová mismo (Deut. 10:9; 18:2). Pertenecían únicamente al Señor. Ellos eran de él y él era de ellos. La muerte propia no es para los monjes y los lunáticos radicales sino para el sacerdocio de todos los creyentes. No dejes que el enemigo te engañe y te lleve a un cristianismo suave y terapéutico. No se trata de lo que recibes sino de lo que puedes dar. En la economía del reino, la muerte propia es vida abundante: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Jesús vino para dar vida y vida