Meras Misiones

116 • M eras M isiones : A vanzando para M ultiplicarnos

en abundancia (Juan 10:10). Es orar: “Venga tu Reino y hágase tu voluntad”. Es declarar diariamente que hemos sido hechos para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Apocalipsis 5:10). Es imposible que cualquiera que haya tomado esta decisión radical de fe obediente y de ser reconciliado con Dios y adoptado como hijo suyo, no muestre y demuestre la realidad de esta nueva transformación como nueva criatura en Cristo (2 Cor. 5:17) y transferencia del príncipe de las tinieblas y su reino al Señor Jesús y el Reino de Dios (Col. 1:13). Dios comienza Su obra de santificación a través de la persona del Espíritu Santo y la completará en el día escatológico en que Jesús presentará a Dios a los redimidos, perfeccionados en santidad (Fil. 1:6). La expectativa de Dios es que el gobierno y el reinado de Su Reino se reflejen en Sus hijos adoptivos. Deben hacer fruto (Mateo 3:8) y realizar las obras (Hechos 26:20) que reflejen un giro de una dirección en la vida, a la dirección que apunta hacia el Reino de Dios. Este carácter de Jesús debe ser reconocido por todos (Mt. 7:20) a través del fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22-23) en su vida. Debemos mantenernos en el andar del Espíritu Santo (Gálatas 5:25) y andar como Jesús anduvo (1 Juan 2:6). Se espera que nosotros “nos vistamos del Señor Jesucristo y no proveamos para los deseos de la carne” (Rom. 13:14). Debe haber prueba del amor a la Familia de Dios (2 Cor. 8:24; Col. 3:12-14). Esta es la Buena Nueva revelada en Cristo a toda la humanidad. El grito de Jesús a todos sigue siendo el mismo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11:28-30). Ahora ha llamado a los sacerdotes de Su Reino para que sean los pies hermosos que traerán esta increíble buena noticia al mundo, comenzando justo donde estamos (Rom. 10:15).

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