Meras Misiones
E l R eino : E strechar • 179
individual, atrofiando la curiosidad. La gente no tomará la iniciativa, no tomará las cosas en sus propias manos ni sobre sus propios hombros. ¿Cómo puedo explicarlo yo, como alguien con un pie en ambos bandos? Cuando el turista filosófico pasa de una visión del mundo a otra, descubre –en el mismo momento de pasar a lo nuevo– que pierde el lenguaje para describir el paisaje a lo antiguo. Pero permítanme probar un ejemplo: la respuesta dada por Sir Edmund Hillary a la pregunta: ¿Por qué escalar la montaña? “Porque está ahí”, dijo. Para la mente rural africana, esta es una explicación de por qué uno no escalaría la montaña. Está . . . bueno, ahí. Justo ahí. ¿Por qué interferir? No hay nada que hacer al respecto ni con ello. La explicación adicional de Hillary (que nadie más lo había escalado) sería una segunda razón para la pasividad. El cristianismo, post-Reforma y post-Lutero, con su enseñanza de un vínculo directo, personal y bidireccional entre el individuo y Dios, sin la mediación de lo colectivo e insubordinado a cualquier otro ser humano, rompe directamente el marco filosófico/espiritual que acabo de describir. Ofrece algo a lo que aferrarse a aquellos ansiosos por deshacerse de un aplastante pensamiento tribal de grupo. Ese es el por qué y el cómo libera. Aquellos que quieren que África camine con paso firme en medio de la competencia global del siglo XXI no deben engañarse pensando que proporcionar los medios materiales o incluso el conocimiento que acompaña a lo que llamamos desarrollo logrará el cambio. Primero hay que suplantar todo un sistema de creencias. Y me temo que habrá que sustituirlo por otro. Quitar el evangelismo cristiano de la ecuación africana puede dejar al continente a merced de una fusión maligna de Nike (materialismo*), el médico brujo (falsa religión*), el teléfono móvil (pseudo relaciones*) y el machete (anarquía y violencia*) (* mío)
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