Meras Misiones

202 • M eras M isiones : A vanzando para M ultiplicarnos

esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” (Rom. 8,24-25). Por eso la esperanza es una de las tres virtudes teológicas que Pablo menciona a la Iglesia de Corinto (1 Cor. 13:13). Como cualquier virtud, es un comportamiento en el que podemos trabajar. Se convierte en un acto de voluntad de nuestra parte. No basta con mantener esta virtud. Podemos y debemos volvernos más fuertes, más puros y más claros en nuestra esperanza. Esto no es para escapar del mundo. Cuanto más pensamos y esperamos en el mundo venidero, más comprometidos nos volvemos con este mundo. La vieja frase: “Tienes una mentalidad tan celestial que no sirves para nada en la tierra” es la mentira sutil del enemigo. La frase del reino es “Tienes una mentalidad tan celestial que eres bueno en la tierra”. El apóstol Pablo da unas palabras claras sobre esto a los santos en Colosas: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:1-4). No importa lo que entre por las puertas de la vida, debemos permanecer firmes, no retroceder y avanzar con nuestra esperanza. El rey legítimo regresará. El que prometió esto no puede mentir. Él es el Señor. Necesitamos soportar con paciencia la batalla y no retroceder sino avanzar en las misiones. La Iglesia primitiva no era consciente de esta enseñanza escapista. En cambio, enseñó la doctrina bíblica del Señorío de Cristo, “El Gobernante de los reyes de la tierra”. Vieron claramente lo que estaba escrito en Su manto y en Su muslo: “Porque tiene escrito este nombre: ‘Rey de reyes’ y ‘Señor de señores’”. Fue esto lo que garantizó su persecución, tortura y muerte a manos del Estado. Y fue también esto lo que garantizó su victoria final. Debido a que Jesús es el Señor universal, toda

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