Meras Misiones

A péndice • 227

destruido la muerte en su muerte, conquistando a los enemigos de Dios a través de su encarnación, muerte, resurrección y ascensión, y rescatando a la humanidad de su pena por su transgresión de la Ley. Ahora resucitado de entre los muertos, ascendido y exaltado a la diestra de Dios, ha enviado al Espíritu Santo al mundo para empoderar a la Iglesia en su vida y testimonio. La Iglesia debe ser considerada el pueblo de la victoria de Cristo. A su regreso consumará su obra como Señor. Esta cosmovisión se expresó en la confesión, la predicación, la adoración y el testimonio de la Iglesia antigua. Hoy, a través de su liturgia y práctica del Año Eclesiástico, la Iglesia reconoce, celebra, encarna y proclama esta victoria de Cristo: la destrucción del pecado y el mal y la restauración de toda la creación. 5. La Centralidad de la Iglesia. La Gran Tradición confesaba confiadamente a la Iglesia como pueblo de Dios. La fiel asamblea de creyentes, bajo la autoridad del Pastor Cristo Jesús, es ahora el lugar y agente del Reino de Dios en la tierra. En su adoración, comunión, enseñanza, servicio y testimonio, Cristo continúa viviendo y moviéndose. La Gran Tradición insiste en que la Iglesia, bajo la autoridad de sus pastores y de la totalidad del sacerdocio de los creyentes, es visiblemente la morada de Dios en el Espíritu en el mundo de hoy. Siendo Cristo mismo la principal piedra angular, la Iglesia es el templo de Dios, el cuerpo de Cristo y el templo del Espíritu Santo. Todos los creyentes, vivos, muertos y aún no nacidos, constituyen la comunidad una, santa, católica (universal) y apostólica. Reuniéndose regularmente en asamblea de creyentes, los miembros de la Iglesia se reúnen localmente para adorar a Dios a través de la Palabra y los sacramentos, y para dar testimonio de sus buenas obras y la proclamación del Evangelio. Al incorporar nuevos creyentes a la Iglesia a través del bautismo, la Iglesia encarna la vida del Reino en su comunidad y demuestra en palabra y obra la realidad del Reino de Dios a través de su vida en común y su servicio al mundo.