Meras Misiones
I ntroducción • 25
protesta de Jesús. A eso se sumó la falta de respeto a su religión, a su Dios, al Dios y Padre suyo. Fue una injusticia social y religiosa de proporciones épicas. Seguramente Jesús haría algo. Como Hijo del Hombre, no hizo nada. No hubo protesta ni se formó una organización para abordar esta atrocidad. Sin embargo, como Hijo de Dios, tuvo una respuesta. Señalandoles los asuntos eternos, dijo: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Al “ojo temporal” le puede parecer que Jesús es frío, indiferente y antipático. ¿Dónde está Su humanidad? ¿Dónde está Su corazón pastoral en una tragedia como ésta? ¿O qué pasa con la justicia que es “correr como aguas, y la justicia como poderoso arroyo” (Amós 5:4)? Sin embargo, el “ojo eterno” del Hijo de Dios le permitió comunicar la respuesta más bondadosa, comprensiva, pastoral y justa que se le puede dar al hombre: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. La palabra griega usada para perecer es destrucción permanente (absoluta), es decir, cancelar (eliminar); morir, con la implicación de ruina y destrucción; causar pérdida (perecer completamente) al experimentar un final miserable. ¿Qué podría ser más solidario, comprensivo, pastoral y justo que esto? “Porque ¿qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo [justicia social], y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36-37). Meras Misiones trata, en última instancia, de la salvación de los seres humanos, la salvación de sus “almas”. El Señor ha atado (Mateo 12:29), despojado (Col. 2:15) e infligido una herida a nuestro enemigo espiritual que ahora permite que las almas sean liberadas (Lucas 4:18) de la esclavitud y la tiranía en la que todos hemos nacido. La humanidad está liberada de las cadenas del pecado y de la muerte a las que Satanás nos mantenía esclavizados y, él mismo, ahora está atado como cautivo. El Evangelio es el poder que libera a las almas cuando se recibe en fe obediente. Fue para la libertad que Cristo Jesús nos hizo libres (Gál. 5:1). Esta libertad, sin embargo, resulta en buenas obras
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