Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Capítulo 3: Salmos 39–59
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Salmo 58 con Agustín – La Verdad vence La verdad grita: ¿Acaso ustedes, gobernantes, proclaman la justicia y juzgan con rectitud a los seres humanos? (v. 1). ¿Acaso no es fácil para todos hablar de justicia? ¿Quién no puede responder fácilmente a lo que es justo? Todos conocían la regla de oro, incluso antes de que se diera la Ley, para que hubiera alguna regla, incluso para aquellos a quienes no se había dado la Ley (Mat 7:12). Que no sea una justicia de labios, sino también de obras. Porque si actúa de modo distinto a como habla, habla cosas buenas, pero es juzgado como malo. Que sin darse cuenta, ardan como espinos; que el vendaval los arrastre, estén verdes o secos (v. 9). La zarza, planta punzante, que tiene muchas espinas, es al principio una hierba, y mientras es hierba, es suave y hermosa, pero luego salen las espinas. Los nuevos pecados son agradables y no pinchan al principio. Después de los deleites y placeres miserables surgen las torturas evidentes. Que los que aman cualquier objeto se cuestionen a sí mismos. Si no pueden conseguirlo, que vean si están atormentados por el anhelo, y cuando hayan obtenido ilícitamente lo que anhelan, se den cuenta si tienen miedo. Ahora la zarza del pecado produce espinas de juicio. Ha caído fuego sobre ellos y no pueden ver el sol. Es decir, la ira de Dios consume a los malvados mientras aún viven: fuego de las malas concupiscencias, de los honores vacíos, del orgullo, de su codicia. Lo que les agobia les impide conocer la verdad, de modo que parecen estar invictos. No son sometidos ni siquiera por la verdad misma. Pues, ¿qué es más glorioso que ser sometido y vencido por la verdad? Que la verdad venza a los que están dispuestos, porque incluso vencerá a los que no están dispuestos.
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