Orando los Salmos con Agustín y Amigos

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Orando los Salmos con Agustín y amigos

Salmo 59 con Juan Calvino y Felipe Melanchthon – Liberación de los enemigos Líbrame de mis enemigos, oh Dios (v. 1). Ellos se levantan contra él, refiriéndose no simplemente a la ferocidad de sus ataques, sino a su gran superioridad de poder; y, sin embargo, él pide que pueda ser elevado a lo alto, por encima del alcance de este ataque abrumador. Él nos enseña que debemos confiar en la habilidad de Dios para librarnos incluso en situaciones de emergencias, cuando nuestros enemigos tienen una ventaja abrumadora. En el versículo siguiente, mientras expresa el extremo al que fue reducido, también considera la injusticia y crueldad de sus perseguidores. Ya he observado que nuestra confianza al acercarnos al trono de la gracia será proporcional al grado en que seamos conscientes de nuestra integridad; pues sentimos mayor libertad al defender una causa que es la causa de Dios mismo. Él es el vindicador de la justicia, el defensor de la causa justa en todas partes, y los que oprimen a los inocentes deben contarse entre sus enemigos. Por eso David basa su primera petición en su total falta de ayuda terrenal, expuesto como estaba a complots por todas partes y atacado por una imponente conspiración. Su segunda petición se basa en una declaración de su inocencia. Puede ser cierto que Dios envía aflicciones a su pueblo como castigo por sus pecados, pero en lo que respecta a Saúl, David podía eximirse legítimamente de culpa, y apela a Dios en nombre de su integridad, que estaba bajo sospecha por una injusta calumnia. ——— El asunto aquí es si está permitido maldecir a los enemigos, como se hace a menudo en los Salmos. Yo respondo que sí, si estas cuatro cosas son ciertas: Primero, la causa que

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