Orando los Salmos con Agustín y Amigos

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Orando los Salmos con Agustín y amigos

todas las cosas. Prepárate para recibir a Dios, a quien quieres poseer para siempre, a quien quieres desear por mucho tiempo. Dichosos los que habitan en tu Templo y sin cesar te alaban (v. 4). Si tienes tu propia casa, eres pobre; si tienes la casa de Dios, eres rico. En tu propia casa temerás a los ladrones; de la casa de Dios, él mismo es el muro. Por eso, los que habitan en tu casa poseen la Jerusalén celestial, sin limitaciones, sin presiones, sin diferencias, ni divisiones de fronteras: todos la tienen, y cada uno lo tiene todo. Grandes son esas riquezas. Nadie se amontona. Allí no hay carencia. Nuestros cuerpos inmortales se sostendrán contemplando a Dios. ¿Cómo esto nos cambiará? “Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Jn 3:2). Nunca nos cansaremos de la alabanza de Dios, del amor de Dios. Si el amor pudiera fallar, la alabanza podría fallar. Pero si el amor es eterno, como la belleza es inagotable, no tema no poder alabarle y amarle eternamente. Anhelemos esa vida.

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