Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 5: Salmos 81–101

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Salmo 96 con Orígenes – Condenando la adoración a los demonios

Todos los dioses de las naciones son demonios (v. 5, Biblia Torres Amat 1825). Y no somos solo nosotros los que hablamos de demonios malvados, sino casi todos los que reconocen la existencia de ellos. Por tanto, no es cierto que todos obedezcan la ley del Altísimo. Todos los que se apartan de la ley divina, ya sea por descuido, por depravación y vicio, o por ignorancia de lo que es justo, no guardan la ley de Dios, sino “la ley del pecado” (Rom 7:23). La mayoría de los que creen en la existencia de los demonios, opinan que algunos de ellos son perversos; y que, en lugar de guardar la ley de Dios, la quebrantan. Pero, según nuestra creencia, los demonios no eran demonios originalmente, sino que llegaron a serlo al apartarse del camino verdadero; de modo que se da el nombre de “demonio” a los seres que se han apartado de Dios. En consecuencia, los que adoran a Dios no deben servir a los demonios. También podemos conocer la verdadera naturaleza de estos, si consideramos la práctica de quienes los invocan mediante encantamientos para impedir ciertas cosas, o para muchos otros fines. Este es el método que adoptan: con encantamientos y artes mágicas, los invocan e inducen a favorecer sus deseos. Por esta razón, la adoración a ellos es inapropiada para nosotros, que adoramos al Dios Supremo. El servicio de los demonios es el servicio de los llamados dioses, pues todos los dioses de las naciones son demonios (v. 5, LXX). Lo mismo se desprende de la dedicación de los más famosos de los lugares sagrados (ya fueran templos o ídolos), acompañada de conjuros mágicos hechos por quienes servían celosamente a los demonios con artes mágicas. Por esta razón estamos decididos a evitar el culto a los demonios como evitaríamos la muerte; y sostenemos que el culto que los griegos rinden a los “dioses” en altares, imágenes y templos, es en realidad ofrecido a ellos.