Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Capítulo 1: Salmos 1–17
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Salmo 3 con Agustín – Dios, nuestro escudo y libertador
Muchos son, SEÑOR, mis enemigos; muchos son los que se me oponen (v. 1). Desean exterminar el nombre cristiano. Y muchos los que de mí aseguran: “Dios no lo salvará” (v. 2) Porque ellos no conocen que no podrán destruir la iglesia que es tan importante para Dios y que se expande ampliamente, por todas partes. Pero tú, SEÑOR, eres el escudo que me protege (v. 3). Que el pueblo de Dios también diga, No me asustan los miles de escuadrones que me acosan por doquier (v. 6), escuadrones de impíos que me rodean para extinguir el nombre cristiano, si pudieran. Pero, ¿cómo se les puede temer, cuando el fervor del amor se inflama con la sangre de los mártires cristianos, así como el fuego se inflama con el aceite? ¡Levántate, SEÑOR! ¡Ponme a salvo, Dios mío!¡ Rómpeles la quijada a mis enemigos! ¡Rómpeles los dientes a los malvados! (v. 7). Cada uno de nosotros puede decir, cuando una multitud de vicios y concupiscencias nos atrae al pecado, a pesar de nuestra resistencia , Muchos son, SEÑOR, mis enemigos; muchos son los que se me oponen (v. 1) y, cuando la pérdida de la esperanza por la recuperación se infiltra sigilosamente, a través de la acumulación de vicios, como si estos mismos se burlaran del alma, o incluso, como si el Diablo y sus ángeles, a través de sus sugerencias venenosas estuvieran trabajando para hacernos desesperar, podemos expresar con gran verdad: Pero tú, SEÑOR, eres el escudo que me protege (v. 3).
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