Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
tuvo miedo y temor de que le aconteciera lo que se dice de los orgullosos: “Dios se opone a los orgullosos” (Stg 4:6). ¡Cuán grande es el mal del orgullo, que merece tener a Dios mismo como adversario! Porque nunca se dice de los que están atrapados en los otros vicios que el Señor los resiste, o que el Señor se opone a los glotones, o a los fornicarios, o a los iracundos, o a los avaros; esto es cierto solo para los orgullosos. Pues esos vicios solo se vuelven contra los malhechores o parecen cometerse contra otros seres humanos. Este, sin embargo, afecta a Dios, y por eso es especialmente digno de que Dios se oponga a él. Ahora, escuche brevemente mientras explico cómo se puede obtener la virtud de la humildad. En primer lugar, si tiene la intención de comenzar una buena obra, no la comience con la intención de recibir elogios, sino por el amor y el deseo de hacer el bien. Luego, tras terminar esta buena tarea, guarda tu corazón con cautela, sin que caigas bajo la influencia de los favores humanos y te sobreestimes, tratando de complacerte o de buscar fama de cualquier obra. Porque la gloria es como la sombra humana: si la sigues, huye; si huyes, te sigue. Valórate siempre tú mismo como el más pequeño de todos y recuerda que, siempre que te suceda algún bien a lo largo de tu vida, atribúyelo todo a Dios, quien te lo ha dado, no a ti, que lo has recibido. Y cuando hayas construido en tu corazón un templo al Espíritu Santo, usando estas piedras preciosísimas de la santa humildad, entonces ora en él, usando el cántico del profeta David. Cantarás no solo de palabra, sino, de hecho: SEÑOR, mi corazón no es orgulloso ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas ni proezas que excedan a mis fuerzas (v. 1).
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