Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Capítulo 8: Salmos 131–150
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Salmo 139 con Agustín – En busca de fugitivos ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? (v. 7). ¿En qué lugar del mundo puede alguien huir de ese Espíritu que llena el mundo? El salmista busca un lugar donde huir de la ira de Dios. ¿Qué lugar albergará a los fugitivos de Dios? Las personas que refugian a fugitivos preguntan de quién han huido; y cuando descubren que alguien es esclavo de algún amo menos poderoso que ellos, le dan cobijo sin temor, diciendo: “no tienen un amo que pueda localizarlos”. Pero cuando les hablan de un amo poderoso, o no acogen al fugitivo, o lo acogen con gran temor, porque incluso alguien con poder puede ser engañado. ¿Dónde no está Dios? ¿Quién puede engañar o esconderse de Dios? ¿A quién no le exigirá Dios por huir de él? ¿Adónde irá ese fugitivo de la faz de Dios? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo de los dominios de la muerte, también estás allí (v. 8). Al fin, miserable fugitivo, has aprendido que no puedes alejarte de aquel de quien huyes. He aquí que él está en todas partes; ¿adónde irás? Si pecando, yo desciendo a las profundidades de la maldad, y no confieso, diciendo: “¿Quién me ve?” tú también estás presente para castigar. ¿Adónde podría huir de tu presencia, es decir, para no encontrarte airado? Y si dijera: “Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno mío”. Ni las tinieblas serían oscuras para ti y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz! (vv. 11–12). Gracias al que me buscó cuando era un fugitivo, al que golpeómi espalda con golpes de castigo, al que llamándome me sacó de la destrucción, que volvió mis tinieblas en luz.
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