Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 12 con Valeriana – Guarda mi boca “Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios” (Sal 141:3). Esta es una protección provechosa para nuestra boca: no dejar que nuestro corazón dirija fácilmente su atención a cualquier palabra que pueda perturbar la búsqueda de la paz, o que los actos inmorales de alguna persona nos lleven a expresarlas. Nadie se ha arrepentido de guardar silencio en medio de un discurso confuso. Porque, como vemos, los actos que surgen de las palabras a menudo resultan en crimen, y aquellos que se apresuran a desagradar a los demás destruyen las amistades. Si una persona es jactanciosa o mezquina al hablar, ¿cómo no va a caer mal? Sin embargo, no estamos mencionando todo esto para llevar a nadie a mantener su voz siempre confinada dentro de una boca cerrada, y que el silencio perpetuo encierre el sonido de su lengua detrás de unos labios silenciosos. Así como es desagradable que los malvados hablen demasiado, también es perjudicial que los buenos siempre guarden silencio. Por lo tanto, cuando surja la necesidad, pronunciemos palabras de justicia. Que el nuestro sea un discurso con buen sabor. Hablemos, pues, pero con temor y temblor, conscientes de que hemos de dar cuenta de cada palabra (Mat 12:36). Así nos aseguraremos de que nada inmoral brote de nuestro corazón, nada blasfemo salga de nuestros labios, nada dañino permanezca en nuestro pensamiento. El Profeta condena no solo lo que ofende a los oídos, sino también la actitud que algunas personas albergan en su mente. No hacen sino mentirse unos a otros; sus labios son aduladores e hipócritas (v. 2). Por tanto, también los pensamientos no expresados deben figurar entre las faltas de una lengua irrespetuosa. Todo lo
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