Orando los Salmos con Agustín y Amigos

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Orando los Salmos con Agustín y Amigos

compartía mi deseo de justicia y tenía plena autoridad para actuar en mi nombre. Nunca estuve sola. No conozco su historia, pero seguro que usted también ha pasado por circunstancias difíciles. Sus seres queridos han sufrido. Ha necesitado la intervención divina. Y si no lo ha hecho ya, los Salmos pueden convertirse también en su salvavidas. La alternativa es precaria. Cuando descuidamos los Salmos, nuestras oraciones se vuelven planas y repetitivas. Orar es mucho más que tener buena salud, poder pagar las facturas, una buena entrevista de trabajo y encontrar comida para nuestras familias. Dios nos invita a presentarle todo nuestro ser, lo bueno, lo malo y lo feo, nuestras alegrías y penas, nuestra desesperación y gratitud. Cuando no practicamos este tipo de oración, dejamos de ser el tipo de comunidad donde los que sufren pueden encontrar un hogar. Permítame ofrecerle un ejemplo: Mi amiga Charlene lleva catorce años casada. Ella y su esposo han visto cómo los vientres de sus amigos se han abultado, uno tras otro, cargando una nueva vida. Sus brazos han anhelado sujetar un hijo propio, pero tras años de oraciones, buena alimentación, visitas al médico y pruebas, su vientre sigue vacío. Como todo dolor, el suyo ha fluctuado. Durante una época particularmente intensa, en la que la pérdida se sentía especialmente aguda, Charlene se presentó en su grupo de mujeres en la iglesia. Estaban hablando sobre la oración. No pudo aguantar más. Ella explotó: No entiendo por qué Dios no responde a nuestras oraciones. ¿Qué estamos haciendo mal? ¡Lo hemos intentado todo! Le hemos estado sirviendo durante todonuestromatrimonio y, sin embargo, él nos niega lo que más queremos. ¡¿Cómo podría Dios hacernos esto?!

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