Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Introducción
5
La sala se sumió en un silencio incómodo. Las damas alrededor del círculo miraban al suelo, o de reojo unas a otras. Nunca habían visto a Charlene tan destrozada y no sabían cómo recomponerla. Este no era el plan. No encajaba en el plan de estudios. Ella se marchó aquel día sintiéndose profundamente sola y decidió no regresar. ¡Qué oportunidad perdida! Si estas mujeres hubieran conocido los Salmos, la honesta expresión de dolor de Charlene habría resonado con el Salmo 88, el salmo más oscuro:
Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde de la muerte. Ya me cuentan entre los que bajan a la fosa; parezco un hombre que se quedó sin fuerzas..
~ Sal 88:3–4
Los amigos de Charlene se habrían dado cuenta de que orar con honestidad brutal nos conecta profundamente con Dios y nos protege de la desesperación. Habrían entendido que tal oración no solo es tolerada, sino que se invita a hacerla. ¡Después de todo, oraciones como esta son parte de la Sagrada Escritura! Cuando oramos los Salmos, ampliamos nuestra capacidad de formar una comunidad cristiana sana. Cuando oramos los Salmos, ejercitamos los músculos de nuestra fe. Cuando oramos los Salmos, dejamos espacio para la sanidad. Este libro nos invita a sentarnos y aprender de hombres y mujeres de la antigüedad que han sufrido penas inimaginables, pero han descubierto las riquezas de los Salmos para conectar con Dios durante ese dolor. ¡Estos creyentes tienen tanto que enseñarnos! ¿Qué esperamos?
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