Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 2: Salmos 18–38

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Salmo 31 con Agustín – Desesperados por Dios Tenme compasión, SEÑOR, que estoy angustiado (v. 9). ¿Cómo pueden estos perseguidores ser tan crueles e infundirme tanto temor? Porque ya no tengo miedo a la muerte, sino a los tormentos y torturas. La vida se me va en angustias (v. 10). Porque mi vida es para alabarte, pero se consume de dolor cuando el enemigo dice: y los años en lamentos. La muerte no me arrebata el tiempo que paso en este mundo, sino que continúa y lo paso gimiendo. La aflicción está acabando con mis fuerzas (v. 10). Me falta la salud física, y me sobrevienen dolores atroces. Deseo morir, pero la muerte tarda en llegar, y este deseo insatisfecho debilita mi confianza. Soy un espanto para mis amigos (v. 11). Mis terribles penurias les infunden temor. De mí huyen los que me encuentran en la calle (v. 11). Como no comprenden mi esperanza interior e invisible, huyen de mí hacia las cosas exteriores y visibles. Me han olvidado, como si hubiera muerto; soy como una vasija hecha pedazos (v. 12). Parecía estar perdido para el servicio del Señor, viviendo en este mundo y sin ganar nada, cuando todos tenían miedo de asociarse conmigo. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo (v. 16). Hazle saber a las personas que no piensan que te pertenezco que tu rostro me está mirando y que te sirvo. ¡Cuán grande es tu bondad! La reservas para los que te temen (v. 19). Incluso a los que corriges, los amas mucho; pero si continúan descuidadamente, les ocultas la dulzura de tu amor, por lo cual les es provechoso temerte. Pero tú perfeccionaste esta dulzura para los que esperan en ti. Pues no les ocultas lo que buscan perseverantemente hasta el fin.

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