Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 38 con Agustín – Dios, el Juez Justo Yo, SEÑOR, espero en ti; tú, Señor y Dios mío, serás quien responda (v. 15). Él le advierte sobre qué hacer si vienen pruebas. Porque si trata de defenderse, tal vez su defensa no sea oída por nadie. Entonces lucha, como si hubiera perdido su causa, porque no tiene a nadie que le defienda o que dé testimonio a su favor. Mantenga su inocencia en su interior, donde nadie pueda pervertir su causa. Tal vez los falsos testigos hayan prevalecido contra usted ante los humanos. ¿Prevalecerán ante Dios, donde su causa debe ser alegada? Cuando Dios sea Juez, no habrá más testigo que su propia conciencia. En presencia de un Juez justo, y de su propia conciencia, no tema otra cosa que su propia causa. Si no tiene una mala causa, no tendrá acusador que temer, ni testigo falso que refutar, ni testigo veraz que encontrar. Lleve ante el tribunal una buena conciencia, para que pueda decir: Yo, SEÑOR, espero en ti; tú, Señor y Dios mío, serás quien responda (v. 15). El dolor no me deja un solo instante (v. 17). Tal vez una pena por mi castigo. Y, en verdad, permítanme decirles, la gente se lamenta por sus castigos, no por las causas por las que son castigados. Pero vean aquí la razón de la tristeza del salmista. No se trata de una tristeza derivada del castigo. Pues el castigo es un remedio contra los pecados. No se sienta libre de ansiedad cuando haya confesado su pecado, como si siempre pudiera confesar su pecado y volver a cometerlo. Declare su iniquidad de tal manera que esté angustiado por su pecado. ¿Qué significa: pues mi pecado me angustia (v. 18)? Si dijera: “Estoy angustiado por mi herida”, querría decir: “Trataré de curarla”. Porque estar angustiado por el pecado de uno, significa estar siempre luchando, siempre esforzándose, seria y celosamente, para sanar su herida.
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