Raíces Sagradas

E l L l ama do a l a A v e n t u r a

imaginar la vida como una restricción, una carga, o un bien raro que se escapa de nosotros. Más bien, como participantes del drama de la Biblia, nuestras vidas tienen un significado en la experiencia del ritmo de vida, el cual nos libra de un tiempo tiránico, inquietante y acosador, y nos da una visión integral de la vida que está centrada en un drama en el que Dios es el actor principal. ¿Cuál es este ritmo, esta manera de marcar el tiempo que nos permite estar establecidos en cosas que realmente perduran e importan? Creo que este ritmo son las estaciones del año litúrgico. Este enfoque en Cristo, este viaje personal y colectivo basado en la Escritura, nos permite profundizar nuestra identidad bíblica en una vida espiritual compartida que afirma nuestra bendita esperanza, nuestra visión común y nuestro único llamamiento. A través del año litúrgico, literalmente convertimos nuestros días, nuestro tiempo cronológico (del griego cronos ), en nuestro tiempo sagrado (del griego kairós ). Por fe, confesamos que Cristo representa la revelación del misterio de Dios a nuestro favor y confesamos que, al participar en su historia, llegamos a comprender el propósito mismo del universo y, con ello, el propósito de nuestras vidas. La obra salvífica de Dios ilustrada en un calendario sagrado no comenzó con nosotros, sino con la observancia espiritual de la práctica del año sagrado judío y la práctica de la Iglesia primitiva. En sus fiestas y festivales, en sus observancias y celebraciones, en su teología y práctica, ellos trataron de dejar claro con sus propias vidas el mismo drama de la redención . En el Sabatt semanal y la Pascua, en la Fiesta de los Panes sin Levadura y el Día de la Expiación, y en el Festival de los Tabernáculos, los Judíos relataron y revivieron en sus observancias las maravillas de la revelación y la salvación de Dios en la historia de su pueblo. Y la Iglesia primitiva, mediante el diseño y la configuración de un calendario basado en los eventos clave de la vida de nuestro Señor, hizo lo mismo. Con la cena del Señor y la adoración del domingo, “el día del Señor”, con el ciclo de Cuaresma-Pascua- Pentecostés, y finalmente con el ciclo de Advenimiento-Navidad-Epifanía, la Iglesia primitiva reforzó la importancia de Jesús de Nazaret como la revelación completa y final de Dios, acerca de sí mismo y de su voluntad para la creación . Verdaderamente, entonces, ya sea a través del recordatorio que Israel hacía sobre las obras divinas de la creación y el éxodo, o mediante el enfoque que la Iglesia primitiva hacía sobre la encarnación y la resurrección, donde quiera que el

121

Made with FlippingBook - Online catalogs