Raíces Sagradas
Estas expresiones de libertad, guiadas por el Espíritu Santo, siempre han tratado de recobrar, en su más amplia expresión, nuestra herencia cristiana. En verdad, nuestra libertad en Cristo nos permite seguir a nuestras conciencias, cuando expresamos nuestra adoración y nuestro servicio en formas consistentes con las Escrituras. Todas las personas de todas las culturas que en obediencia siguen a Cristo, están obligadas a expresar su amor y afecto hacia Dios de manera coherente con sus costumbres y prácticas. Sin lugar a dudas, la obra de Dios en Cristo se llevó a cabo en nombre de todos los pueblos del mundo y de toda la creación misma. En decenas de miles de culturas humanas, las buenas nuevas del amor de Dios en Cristo han sido comunicadas, encarnadas y reproducidas. En cada cultura donde el Espíritu ha movido a otros a confiar en Cristo, los creyentes aprenden y confiesan la verdadera fe, el evangelio de la salvación, el cual ha dado a luz a comunidades cristianas en todos los confines de la tierra. Esta libre expresión y encarnación de Cristo, es esencial cuando los miembros de un grupo de personas le confiesan como el Señor de todo. Mientras el evangelio ha sido distribuido libremente por el mundo, no ha cambiado en lo absoluto; y su mensaje básico se mantiene inalterado y no adulterado. Ninguna generación de creyentes tiene la libertad de alterar el mensaje de la visión bíblica del Reino de Dios; ese mensaje es fijo e invariable. Sin embargo, también afirmamos felizmente, que nuestra identidad evangélica nos permite y exige hacer todo lo posible para dar una expresión plena y fresca al significado del evangelio de Jesucristo, en el contexto de nuestra cultura y comunidad. Hoy en día, la iglesia evangélica contemporánea se encuentra impactada por una época de postmodernismo, religión civil, hedonismo, pragmatismo y egocentrismo. Estos vientos culturales que comprometidamente tratan de cambiarlo todo (hasta cierto punto), han influido en la adoración y en el servicio del cuerpo de Cristo en nuestras diversas tradiciones y expresiones culturales de nuestra fe. Estos retos exigen al pueblo de Dios -de una vez por todas- un nuevo descubrimiento y una reapropiación de la fe. Para hacer frente a estas amenazas y aprovechar nuestras oportunidades actuales, debemos tratar de ser transformados, renovados y reenfocados por la historia cristiana, a fin de ofrecer un verdadero testimonio de Cristo y su reino.
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