Raíces Sagradas
las Sagradas Escrituras. La Iglesia es apostólica, edificada sobre el fundamento de los profetas y los apóstoles, siendo Cristo mismo la piedra angular. Las Escrituras en sí mismas representan la fuente de nuestra interpretación acerca del Reino de Dios, la historia del amor redentor de Dios encarnado en la promesa dada a Abraham y los patriarcas, en los pactos y experiencia de Israel, culminando en la revelación divina acerca de Jesucristo, según lo predicho por los profetas y explicado por el testimonio apostólico. 2. Los concilios y credos ecuménicos, especialmente el Credo Niceno. La Gran Tradición declara la verdad y establece los límites de la fe ortodoxa histórica, tal como se define y se afirma en los credos ecuménicos de la Iglesia antigua indivisible, con especial énfasis en el Credo Niceno. Sus declaraciones condujeron a una correcta interpretación y a comentarios sobre las enseñanzas de los apóstoles acerca de las Escrituras. Aunque en sí misma no es la fuente de la fe, la confesión de los concilios ecuménicos y los credos representan la esencia de sus enseñanzas, 4 especialmente aquellas anteriores al siglo V (donde prácticamente se articularon todas las doctrinas elementales acerca de Dios, Cristo y la salvación). Los credos ofrecen una norma hermenéutica práctica y confiable mediante la cual podemos determinar lo que los cristianos han creído y defendido desde el principio acerca de la obra salvadora de Dios en Cristo. 3. La antigua regla de fe. La Gran Tradición abrazó la esencia de esta fe cristiana en una norma, es decir, una regla antigua de fe considerada como el criterio por el cual las demandas y propuestas de la interpretación de la fe bíblica debían ser evaluadas. Ciertamente, esta antigua regla sirvió como precursora de los credos ecuménicos, que son vistos como resúmenes “ortodoxos” de nuestra fe (compatibles con la enseñanza y la práctica de los apóstoles). Esta norma, cuando se aplica con reverencia y rigor, nos permite definir la esencia de la confesión cristiana de la Iglesia antigua, expresada claramente en ese adagio de Vicente de Lérins: “lo que siempre se ha creído por todos y en todas partes”.
4 Estoy en deuda con el difunto Dr. Robert E. Webber, por esta útil distinción entre la fuente y la sustancia de la fe y la interpretación cristiana.
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