Raíces Sagradas
6. La unidad de la fe. La Gran Tradición afirma inequívocamente la universalidad de la Iglesia de Jesucristo, la cual se preocupa de mantener la comunión y la continuidad con la adoración y la teología de la Iglesia a lo largo de los siglos (la Iglesia universal). Dado que ha habido y sólo puede haber una esperanza, un llamado y una fe, la Gran Tradición luchó y se esforzó por la unidad, tanto en palabra como en doctrina, adoración y caridad. En un día en que la división sectaria es desenfrenada y la identidad denominacional es vista como anti-bíblica y contraproducente, es vital afirmar que la historicidad de la única fe verdadera nos es útil y necesaria. La naturaleza misma de nuestra fe es su capacidad de trascender culturalmente en un lugar y tiempo, dentro de un pueblo, una cultura, una tribu y una nación. No debemos tener una conformidad rígida y sin sentido como indicio de una fe auténtica. Mientras hayan diferentes culturas y pueblos, la única fe verdadera y apostólica expresará su adoración, discipulado y testimonio en formas que coincidan con esos pueblos. Donde está el Espíritu del Señor, hay libertad y unidad; libertad de expresión de fe y unidad en confesión y práctica de lo esencial del evangelio dado a la Iglesia. 7. El mandato evangélico del Cristo resucitado. La Gran Tradición afirma el mandato apostólico de dar a conocer a las naciones la victoria de Dios en Jesucristo, proclamando la salvación por gracia mediante la fe en su nombre e invitando a todos los pueblos al arrepentimiento para entrar al Reino de Dios. Por medio de actos de justicia y rectitud, se despliega la vida del Reino en el mundo de hoy. A través de su predicación y de una vida en comunidad, la Iglesia proporciona un testimonio y una señal del Reino presente en y para el mundo ( sacramentum mundi ), y sirve como “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:15). Como guardianes de la Palabra de Dios, la Iglesia se encarga de definir y defender con claridad la fe que fue dada una sola vez a la Iglesia a través de los apóstoles. En resumen, la Gran Tradición es esa fuente común de teología anclada en las Escrituras canónicas de los apóstoles y los profetas, que resume la obra salvadora de Cristo. Esta obra es testificada en los credos a través de los concilios ecuménicos de la Iglesia; y articulan la obra expiatoria de salvación de Cristo a favor de la creación y del mundo. La Iglesia es fundamental para esta historia, pues funge como confesora y protectora del amor y la gracia de Dios, testificando de Su poder mediante su teología, su adoración, discipulado y evangelización. Sin
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