Raíces Sagradas
R E C U R S O S P A R A L A P A R T E I . " E L A B O R ANDO E L C A S O
Ef. 4:1-6 - Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, [2] con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, [3] solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; [4] un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; [5] un Señor, una fe, un bautismo, [6] un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pablo exhorta a los efesios a que anden como es digno de su profesión, con toda mansedumbre y humildad, viviendo en amor y siendo controlados por el Espíritu Santo en el vínculo de la paz. Luego, él proporciona una serie de afirmaciones acerca de la unidad de nuestra fe en Cristo. Primero, hay un cuerpo, el cuerpo de Cristo, dentro del cual el Espíritu Santo ha bautizado a todos los verdaderos creyentes, haciendo a todos beber de un solo Espíritu (1 Cor. 12:13). Luego, hay un solo Espíritu, sin el cual nadie puede dar testimonio de que Jesús es el Señor (1 Cor. 12:4), ni afirmar que pertenecen a Cristo (Rom. 8:7). Sólo tenemos una esperanza, la bendita esperanza de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, quien volverá para consumar su obra (Tit. 2.14). Sólo hay un Señor, Jesucristo (1 Cor. 8:2-3), una sola fe, nuestra confianza en el evangelio de la salvación en Cristo (1 Cor. 15:1-8), un solo bautismo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19), y un solo Dios y Padre de todos, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo y el autor de nuestra redención (2 Tim. 1:8-9). Esta clara enseñanza de Pablo manifiesta el carácter común de todos los que creen y de los que nunca han creído. Compartimos el ADN de Dios, somos redimidos por la misma sangre de nuestra verdadera pascua y hemos recibido el perdón del mismo sacrificio para la humanidad. Confesamos el mismo credo en el mismo altar, invocando el nombre del mismo Señor que salva a todos los que le claman. Somos transformados a la misma imagen de aquél a quien contemplamos y obedecemos; y servimos al mismo evangelio mediante nuestro testimonio del amor de Dios en Cristo a nuestra familia, amigos y vecinos. Compartimos las mismas dificultades y persecuciones por causa del evangelio; y morimos con la misma esperanza que tienen todos los que están en el Señor. Y muy pronto, vamos a experimentar la misma revelación de nuestro Señor Jesucristo, la misma transformación en la inmortalidad; y todos los que hayamos muerto
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