Raíces Sagradas

experimentaremos la misma resurrección en su nombre. Nuestro destino es compartir la misma gloria en los cielos, donde Cristo reinará como Señor para siempre.

El canto tiene razón: “¡Somos uno en el Espíritu, somos uno en el Señor!”

He aquí una de las mejores razones por las que necesitamos redescubrir nuestras Raíces Sagradas . Debemos volver a nuestra herencia común de la fe ortodoxa histórica, a fin de defender apropiadamente la única y verdadera fe. No podríamos posiblemente entender quiénes somos o lo que somos llamados a hacer, si descuidamos nuestras raíces históricas de la fe en Cristo . Judas exhortó a los creyentes de su época a que, sobre todo, defendieran la fe que ellos como apóstoles habían dado a la Iglesia. “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3) . Incluso, en la época de los apóstoles, la fe verdadera ya había sido entregada por los apóstoles a los santos. Su tarea, como la nuestra, era conocerla, vivirla y luchar por ella. Admitiendo que todos somos herederos y progenitores de una herencia espiritual común, se nos demanda que todos, independientemente de nuestra tradición, afirmemos que si somos una verdadera expresión de fe, somos herederos de lo que hemos recibido de los apóstoles y su testimonio presencial de Cristo . En otras palabras, tenemos que reafirmar nuestra afinidad con los credos y los concilios de nuestra fe (sobre todo los primeros cuatro concilios ecuménicos), en gran parte debido a que han sido considerados como la verdadera interpretación apostólica de la fe. Ser cristiano es ser el fruto del testimonio de los apóstoles. Lo que ellos afirmaron, lo que vieron, lo que declararon y proclamaron–esta es la verdadera fe. Como algo aparte, esto es el por qué el cristianismo siempre será controvertido; afirmamos que la vida sólo se puede encontrar en Jesucristo y que sus testigos autoritativos son los apóstoles (1 Jn. 1:1-4, 5:10-13; Lc. 1:1-4). No se puede comprimir nuestra perspectiva teológica y doctrinal; nuestra fe no permite el pensamiento que dice que “todas las religiones son igualmente válidas”.

Tendremos que dar la bienvenida al “escándalo de la particularidad”, es decir, que la salvación eterna no es en ningún otro nombre que el de Jesús de Nazaret

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