Raíces Sagradas

R E C U R S O S P A R A L A P A R T E I . " E L A B O R ANDO E L C A S O

(Hch. 4:12). Nuestra confianza está en la última revelación de Dios en Cristo, de la cual testifican las Escrituras y afirman los credos y concilios.

MANTENERSE FIRME Y AFERRARSE A LA VIDA DE LA TRADICIÓN APOSTÓLICA

El argumento de este libro es este: a fin de renovar nuestro andar personal y corporativo en la iglesia contemporánea, debemos simplemente retornar y redescubrir nuestras Raíces Sagradas , es decir, las creencias, las prácticas y los compromisos básicos de la fe cristiana. Estas raíces no son para un grupo determinado, sino que son apreciadas y reconocidas por todos los creyentes en todas partes, en todo momento y por todo el mundo. Pablo exhortó a los Tesalonicenses: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (2 Tes. 2:15). Nuestras Raíces Sagradas sugieren necesariamente que todos los creyentes (sin importar dónde y cuándo hayan vivido) afirman su arraigo común en la obra salvadora de Dios, el mismo Señor creador, quien pactó con Israel, que se encarnó en Cristo y que está siendo atestiguado por su pueblo, la Iglesia. Esta historia es única. Los creyentes comparten una sola fe y esperanza, una espiritualidad cristiana común que ocurre en comunidad (Ef. 4:1-6). Nuestro reconocimiento de nuestras Raíces Sagradas nos puede permitir, sea cual sea nuestra tradición, sentir empatía con nuestros hermanos y hermanas de otras tradiciones. Esta comprensión de nuestras raíces comunes puede reavivar la fuerza de las distintas celebraciones cristianas, tanto en nuestra vida personal como comunitaria. Reconociendo nuestras raíces compartidas, podemos empezar a redescubrir nuestra devoción común a Jesucristo, expresada por la comunidad mediante la liturgia, el sacramento (ordenanza) y el discipulado.

las ventajas de una espiritualidad compartida enseñadas por la gran tradición Hay tres ventajas distintivas al compartir una espiritualidad enraizada en la Gran Tradición.

En primer lugar, tal espiritualidad fortalece nuestra identificación con Cristo y el pueblo de Dios a través del tiempo; y nos asegura formar parte de las raíces

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