Raíces Sagradas
sagradas del árbol de olivo de la salvación de Dios. Pablo, al tratar de ayudar a los gentiles a entender su deuda respecto a la obra de Dios en Israel, compara la incorporación de ellos a la fe, en términos de ser injertados en el árbol de Dios. Rom. 11:16-18 - Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. [17] Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, [18] no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Lo que Pablo está afirmando es que todo verdadero creyente es parte de un árbol continuo y orgánico de fe, que se inició en la promesa del Edén (Gn. 3:15), proclamada en la promesa de Dios a Abraham, Isaac y Jacob (Gn. 12:3), profetizada a la tribu de Judá (Gn. 49), confirmada en David (2 Sm. 7) y cumplida en María (Lc. 1:30-33). Todos nosotros debemos vernos como injertos en el olivo de Dios, cuyas raíces son antiguas, más antiguas que el universo mismo, aseguradas por el propósito soberano de Dios. Independientemente de nuestro trasfondo o posición, compartimos la única y verdadera fe común del Dios Todopoderoso, la cual salva a los pueblos de la estirpe de Adán para sí mismo y para su gloria (Ef. 1:9-11). Lo que esto significa es que cada discípulo lavado con la sangre de Jesús comparte con todos los otros cristianos de toda tribu, lengua, pueblo y nación, la misma esperanza fundamental y la misma vocación. Aunque podemos expresar nuestra lealtad a ese árbol de olivo mediante determinados distintivos litúrgicos, comunitarios y misionales, no obstante compartimos el mismo ADN espiritual y la misma historia. Pablo hace esta verdad notablemente clara cuando sugiere que todos los creyentes son, por fe, los hijos del fiel Abraham. Rom. 4:16-17 - Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. [17] (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
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