Representado la teologia
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R e p r e s e n t a n d o l a t e o l o g í a
¡Levántese Dios! (continuación)
tinieblas y fuerzas espirituales reunidas para destruir las zonas urbanas del mundo, ni sabemos lo que hay que hacer, pero nuestros ojos están fijos en el Señor (2 Cr. 20.12). Estamos convencidos que un día Dios va a darle a su Hijo las ciudades de este mundo (incluyendo las zonas urbanas de Estados Unidos), las que sólo son una parte significativa de la herencia que al Padre le ha placido darle al Resucitado Señor (Sal. 2.8). Sabiendo que nuestro Señor Jesús debe reinar hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies (1 Co. 15.24-28), nosotros ni dudamos sus intenciones ni somos impacientes del tiempo de sus respuestas. Dios nos responderá a su debido tiempo y a su propia manera. Al salir de nuestras reuniones para ir de nuevo a nuestros particulares círculos de influencia y relaciones, reconocemos nuestra dependencia en Él. Ya sea que nuestra sesión haya durado media hora, una mañana entera, o varios días y semanas de ayuno y oración, sabemos que la promesa del Señor es segura: Is. 55.6-11 - Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. [7] Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. [8] Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. [9] Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. [10] Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come,[11] así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Ciertamente, la Palabra del Señor no puede volver vacía a Él, o sin fruto. Los propósitos de Dios, nuestro gran Dios, permanecen para siempre (Is.40.8).
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