Representado la teologia
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R e p r e s e n t a n d o l a t e o l o g í a
Áreas de desacuerdo entre cristianos respecto a dones espirituales (continuación)
3. La antigua regla de la fe. La Gran Tradición resumió la esencia de esta fe cristiana fundamental en una regla, e.d., una antigua norma básica de la fe, que fue considerada como la vara con la que las afirmaciones y propuestas relacionadas con la interpretación de la fe bíblica serían medidas. Esta regla, cuando se aplica con reverencia y con rigor, nos permite definir la confesión cristiana principal de la Iglesia antigua e indivisible, expresada claramente en esa instrucción y adagio de Vicente de Lerins: “lo que se ha creído siempre, en todas partes, y por todos”. 7 4. La cosmovisión del Cristo victorioso (Christus Victor). La Gran Tradición celebra y afirma que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Mesías prometido de las Escrituras hebreas, el Señor resucitado y exaltado, y Cabeza de la Iglesia. Sólo en Jesús de Nazaret, Dios ha reafirmado su reinado sobre el universo, después de haber destruido la muerte en su muerte, conquistando a los enemigos de Dios por medio de su encarnación, muerte, resurrección y ascensión, y rescatando a la humanidad de su pena por transgredir la ley. Ahora, resucitado de entre los muertos, ascendido y exaltado a la diestra de Dios, ha enviado el Espíritu Santo al mundo para fortalecer a la Iglesia en su vida y el testimonio. La Iglesia debe considerarse como el pueblo de la victoria de Cristo. A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . y consideraron sus declaraciones más importantes de gran autoridad. En consecuencia, Calvino pudo argumentar en sus propias interpretaciones teológicas que “estos consejos llegarían a tener la majestuosidad que les corresponde; pero mientras tanto la Escritura se destacaría en el lugar más alto, con todas las cosas sujetas a su patrón. De esta manera, estamos dispuestos a adoptar y respetar como santos a los primeros concilios, como los de Nicea, Constantinopla, el primero de Éfeso I, Calcedonia, y similares, que consistían en refutar los errores a la vez que se relacionaban con las enseñanzas de la fe. Pues contienen nada más que la exposición pura y genuina de la Escritura, que los Santos Padres aplicaban con prudencia espiritual para derrotar a los enemigos de la religión que habían surgido” (comp. Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion ( Institución de la Religión Cristiana ), IV, ix. 8. John T. McNeill, ed. Ford Lewis Battles, trans. Philadelphia: Westminster Press, 1960, págs. 1171-72). 7 Esta norma, que ha ganado un merecido a favor a lo largo de los años como un claro patrón teológico de la verdad cristiana auténtica, teje tres hilos de evaluación para determinar lo que puede considerarse como ortodoxo o no en la enseñanza de la Iglesia. San Vicente de Lerins, un comentarista teológico que murió antes del 450 D.C., autor de lo que se denomina la “Regla Vicentina, una prueba triple de la catolicidad: quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est (lo que se ha creído siempre, en todas partes, y por todos). Mediante esta prueba triple de ecumenismo, antigüedad, y consentimiento, la Iglesia puede discernir entre lo verdadero y las falsas tradiciones” (comp. Thomas C. Oden, Classical Pastoral Care ( Cuidado Pastoral Clásico ), vol. 4. Grand Rapids: Baker Books, 1987, pág. 243).
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