Meras Misiones
C onclusión • 195
deserción de la tarea que les había encomendado el Espíritu Santo a través del liderazgo de la Iglesia en Antioquía. A través de la oración, el ayuno y la imposición de manos fueron liberados para expandir y hacer avanzar el Reino de Dios hacia nuevas fronteras. Se esperaba fidelidad al cumplimiento de la misión sin importar el costo. Las palabras de Salomón quedaron grabadas en el espíritu de Pablo cuando se trataba de la guerra espiritual: “no valen armas en tal guerra” (Ecl. 8.8b). El apóstol Pablo sabía lo que le habían costado las misiones: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?” (2 Cor. 11:24-29). Pablo desesperaba de la vida (2 Cor. 1:18). Pablo conocía el costo y finalmente le costó la vida mediante el martirio. ¿Cómo es que pudo decir: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Cor. 4:8-9)? ¿Qué fue lo que mantuvo a Pablo avanzando cuando Juan Marcos abandonó la tarea misionera? Había algo profundo en el corazón de Pablo que le permitió no retroceder sino seguir adelante en las misiones. Aunque agredido en todos los sentidos, no abandonó su vocación. Cumplió/ completó la tarea misionera que se le había encomendado al proclamar el Evangelio, hacer discípulos de los conversos, nombrar ancianos y encomendarlos al Espíritu Santo para que
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