Meras Misiones

J esús E s S eñor : E l C ariño • 51

debe estar arraigada profundamente dentro de ti. Es un llamado serio a una vida devota y santa. La semilla de la raíz es la certeza de que Jesús es el Señor. Todo poder y autoridad le ha sido dado (Mat. 28:18) y su Reino es inconmovible (Heb. 12:28). Permíteme dejarlo claro. Aunque este es un libro sobre misiones con el mandato de nuestro Señor de ir y avanzar hacia adelante, las misiones no son el primer deber del cristiano ni el fin principal del hombre. Ser y hacer son palabras de acción que son parte integral de la vida. Lo que es el hombre es lo primero ante los ojos de Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gén. 1:26). Fuimos creados para ser como Dios. Luego se nos dio la responsabilidad de hacer: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Gén. 1:28). La Caída cambió quienes fuimos creados y debíamos ser. Nuestra naturaleza, nuestro mismo corazón, se corrompió, lo que luego corrompió lo que hacíamos. Dios vio la causa de los malos caminos del hombre y que “todo designio de los pensamientos de su corazón era continuamente sólo malo”. “La corriente de nuestras acciones fluye ahora de una fuente contaminada por malos pensamientos e imaginaciones”. La fuente necesitaba ser santificada para que nuestras acciones fueran buenas y agradables a Dios. Necesitábamos una nueva naturaleza si queríamos hacer algo bueno, porque para eso fuimos creados: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). Nuestro ser y nuestro hacer están relacionados. Es una relación de causa y efecto. La obra principal del Espíritu Santo es restaurar el alma perdida hacia una comunión íntima con Dios a través de la convicción de pecado, justicia y juicio (Juan 16:8). Aquellos que responden con fe a la redención de Dios en Cristo son reconciliados con Dios y son hechos nueva criatura (2 Cor. 5:17). Luego, el Espíritu Santo guía el corazón dispuesto de la nueva criatura a una comunión más profunda y a misiones activas. El corazón dispuesto es aquel que intencionalmente busca acercarse y hacerse querer por Cristo.

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